Cada noche el cielo negro y las estrellas resplandecientes eran mis asombrosas acompañantes; a veces veía su belleza y solemnidad tan claramente que comprendía con penetrante intensidad que mi madre tenía razón…
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Cada noche el cielo negro y las estrellas resplandecientes eran mis asombrosas acompañantes; a veces veía su belleza y solemnidad tan claramente que comprendía con penetrante intensidad que mi madre tenía razón…
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"El cometido de un padre es enseñar a sus hijos a ser guerreros, a darles la seguridad para subirse al caballo y entrar en combate al galope cuando hace falta. Si no recibes eso de tu padre, tienes que aprenderlo por tu cuenta"
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"Para curar la herida que te causó tu padre, vas a tener que subirte a ese caballo y entrar en combate al galope como un guerrero".
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Observé mis pies descalzos y maltrechos, con sus escasas uñas residuales. Eran de un blanco espectral hasta la línea trazada a unos centímetros por encima de mis tobillos, donde normalmente acababan los calcetines de lana. Por encima, tenía las pantorrillas musculosas y doradas y velludas, cubiertas de polvo y una constelación de moretones y arañazos. Había empezado a caminar en el desierto de Mojave y no pensaba detenerme hasta tocar con la mano un puente que cruza el río Columbia en el límite entre Oregón y Washington, cuyo magnífico nombre es Puente de los Dioses. Miré al norte, en dirección a él: la sola idea de ese puente era para mí una almenara. Miré al sur, hacia donde había estado, hacia la tierra agreste que me había aleccionado y abrasado, y me planteé mis opciones. Solo tenía una, lo sabía. Desde el principio había tenido solo una. Seguiría adelante. |
Solo después de su muerte tomé conciencia de quién era ella: una fuerza al parecer mágica en el centro de la familia en cuya poderosa órbita girábamos todos invisiblemente.
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No somos pobres —decía mi madre una y otra vez—. Porque somos ricos en amor.
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Es un retelling de...