Creo que me desperté de golpe, con esa extraña sensación que a veces tenemos al salir del sueño, como si alguien hubiera estado hablando junto a nosotros en la habitación y el eco de su voz permaneciera todavía en ella. Todo estaba en silencio y el fuego ya se había apagado. Miré por la ventana que estaba justo frente a los pies de mi cama. Fuera vi una luz que, poco a poco, se fue haciendo cada vez más brillante, hasta que la habitación quedó iluminada como si fuera de día. La ventana parecía un cuadro enmarcado por la cornisa que estaba entre los pies de la cama y las columnas macizas envueltas en cortinajes que la sostenían
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