Siempre inmóvil. Ratoncillos asustados en medio del tumulto, eso es lo que éramos nosotras, las subordinadas del sistema, aparentemente dóciles, despojadas sin más de nuestros hijos a los que vendían siendo todavía bebés, mientras nuestros cuerpos aún estaban famélicos de ellos, prisioneras de un pasado de maltratos implacable, con el sarcástico envés de los obsequios, prisioneras de un presente sin futuro. Todas constituíamos una sola mujer, cambiable, intercambiable. Así que nos consolábamos las unas a las otras y también consolábamos a los hijos ajenos, así que lo de una era a su vez lo de todas, así que despiojábamos las cabezas ajenas, y llevábamos ropas ya vestidas por otras, y cantábamos juntas, juntas chismorreábamos, juntas nos lamentábamos. Despojadas de planes.
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