 |
La tuberculosis mantuvo a Robert Louis Stevenson de peregrinaje durante toda su vida, en busca de un lugar donde encontrar el clima adecuado para sus pulmones. En 1888 llevó a cabo la última de sus peregrinaciones y también uno de sus sueños, partiendo hacia los Mares del Sur e instalándose en Samoa. Allí fue donde adquirió el apodo de "Tusitala" (el narrador de cuentos) para los indígenas y el de "Peter Pan de Samoa" para escritores como Henry James o Rudyard Kipling. Y también fue allí donde escribió los cuentos que componen este libro. Inspirados en aquellos exóticos parajes y que comparten entre sí la fascinación del poder de la magia. El primero de ellos, que da nombre al libro, La hechicera, trata sobre el engaño amoroso a través del engatusamiento como medio para conseguir lo que se quiere. Parece ser que este es de carácter autobiográfico. ¡Pobre Stevenson! En El Diablillo de la botella, nos encontramos con una historia un poco más oscura, con pacto con el Diablo incluido. Curiosamente, los samoanos tomaron este relato por verídico llegando a preguntarle insistentemente por la botella porque pensaban que la tenía escondida. Ha sido el que más me ha gustado de todos y me ha recordado al cuento " El pescador y el genio" de Las mil y una noches que leí cuando estudiaba árabe. La playa de Falesá y La isla de las voces giran alrededor de los hechizos tanto fingidos como reales. Y tienen un indudable mensaje antirracista. Y por último, en La mujer errante, ambientado en Islandia, nos encontramos ante un maleficio fatal. Esta edición de Valdemar cuenta con una interesantísima introducción de Juan Antonio Molina Foix, el traductor y con fotografías de Stevenson y su estancia en Samoa, así como ilustraciones de los cuentos para sus primeras publicaciones. Sé que no será lo último que lea de Stevenson porque me atrapa su forma de narrar y sus historias, llenas de misterio y aventuras. |
>
