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Crítica de UnaiGoiko74


UnaiGoiko74
16 August 2020
Rojo y negro”, ambientada en la Francia post napoleónica, cuenta las vicisitudes de Julián Sorel, un joven provinciano que, debido a varias coincidencias y avatares, irá medrando en la sociedad, pasando de la serrería de su padre al palacio de un influyente aristócrata parisino. La novela se estructura en dos libros; cada uno de ellos representa un color, el rojo de la pasión y la vida en el campo y el negro de lo adusto, la seriedad de la vida cortesana parisina.

Julián es el hijo despreciado de un maderero de Verrières; su padre le odia por la propensión del hijo a evadirse del trabajo y enfrascarse en lecturas que el padre considera inútiles. Pero son esas lecturas, precisamente, las que propiciaran que el alcalde de la localidad, el señor Renal, piense en él como el preceptor de sus hijos.

De este modo Julián irá ascendiendo en la escala social de esa localidad provinciana, si bien, en el fondo, él sentirá un profundo desprecio hacia las clases aristocráticas y el desprecio o condescendencia que éstas demuestran hacia las clases “inferiores”. Ese desprecio nace de la influencia que en él tuvo un antiguo médico del ejercito napoleónico que, retirado en Verrières, insufló los ideales revolucionarios en el adolescente Julián.

“Julián la miró con ojos que reflejaban el más soberano desprecio.
La mirada dejó estupefacta a la señora Derville, pero habría sido mayor su asombro si hubiese podido adivinar su verdadera expresión, porque en ella hubiera leído algo así como una esperanza vaga de tomar venganza atroz. Probablemente los momentos de humillación semejante a la que sufría Julián son los que han creado a los Robespierres.”

En la casa de los Renal, el joven preceptor vivirá un romance con la mujer del alcalde que propiciará, al final, su marcha, inicialmente, a el seminario de Besançon y, posteriormente, a París. En París, servirá como secretario de confianza del marqués de la Mole, y será testigo de excepción de la frivolidad y altanería de la alta sociedad parisina, a la cual llegará a aborrecer con todas sus fuerzas. Herido en su orgullo por esa actitud hacia él, decidirá conquistar a la bella hija del marqués. Finalmente, la aventura amorosa terminará en tragedia.

Stendhal huye del romanticismo predominante en la literatura de su época y se adentra por la senda del realismo, al que en más de una ocasión hace alusión: “[…] No olvide usted, querido lector, que una novela es un espejo que se pasea por un ancho camino. Tan pronto refleja el cielo azul, como el fango de los lodazales del camino.” Ese espejo está presente durante toda la narración, y reflejará tanto los paisajes exteriores, como los interiores del protagonista.

Otro aspecto que llama la atención en cuanto al estilo de Stendhal es las continuas interpelaciones al lector, que propicia que nos sintamos más participes de la historia y más cercanos al narrador, el cual, tiene esa deferencia de tendernos la mano de tanto en cuanto:

“Aquí, el autor hubiera querido poner una página de puntos suspensivos. Eso sería quitarle gracia-objetó el editor-, y tratándose de un escrito tan frívolo, la falta de amenidad es la muerte.
-La política-prosigue el autor- es una piedra atada al cuello de la literatura, y que, en menos de seis meses, la sumerge y ahoga.”

Rojo y negro” rezuma conciencia política. No hay que olvidar que Stendhal sirvió a Napoleón y compartió sus ideales revolucionarios. En cierto modo, Julián podría considerarse su alter ego. A lo largo de las páginas de la obra nos encontramos con muchas alusiones a la emergente lucha de clases de comienzo del siglo XIX.

“-Es preciso que haya en Francia dos partidos -prosiguió el Marqués de la Mole-; pero dos partidos no solamente de nombre: dos partidos bien claros, bien definidos. Sepamos a quién hay que aplastar. Por un lado, a los periodistas, a los electores, a la opinión pública, en una palabra, a la juventud y a todo lo que la juventud admira. Mientras ella se aturde con el ruido de sus vanas palabras, nosotros tenemos la ventaja de consumir el presupuesto.”

“[…] El derecho natural no existe; esta palabra no es más que una anticuada sandez, digna del fiscal que dio caza el otro día y cuyos antepasados se enriquecieron gracias a una confiscación decretada por Luis XIV. No puede existir el derecho si no lo apoya una ley y lo sanciona un castigo. Antes de la ley, no hay nada natural más que la fuerza del león o la necesidad del individuo que tiene hambre, que tiene frío; en una palabra, la necesidad…No, las gentes que pasan por honorables no son más que granujas que han tenido la suerte de no ser sorprendidos en flagrante delito.”

En conclusión, “Rojo y negro” debería de ser una lectura obligatoria en las escuelas de esta sociedad cada vez más neoliberal.

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