La perla

La música de Steinbeck como susurro de conciencia, como grito de alerta, como aullido de desolación.

La lucha contra el veneno de un escorpión que devora a su hijo es la mecha, no se me ocurre desesperación más atroz.

La perla es mucho más que un relato o una parábola, es la vida misma, una osadía.

Una familia indígena, sin recursos, sin otro medio de vida que la propia naturaleza y aun a esta, los ricos encuentran siempre la forma de cobrar sus impuestos.

Opresores corruptos frente a oprimidos resignados y un golpe de suerte que al final se vuelve en su contra, porque no se puede cambiar de estatus, eres el eslabón más bajo y el león te arrincona. Quédate en ese peldaño, no intentes subir la escalera.

Narrada con tal sencillez que abruma, el Nobel norteamericano deja a un lado la lucidez estética de la prosa, para entregar, a cambio, toda la fuerza a la historia o mejor dicho al contexto social, económico y cultural que la rodea.

Una reflexión continua. Medicina que solo cura por dinero, la unión del poder para exprimir al pueblo, para someterlo mediante el conformismo obligado, sin opción a réplica y si alguien se sale del guión que sufra las consecuencias.

No veo tanto juicio moral en el instinto de una vida mejor. ¿Quién no la quiere?

Pero hasta en la mala fortuna aprovechan los grandes para someter al pequeño, al que solo le queda el sentimiento de culpa.

Un magistral cuento que duele, que encoje y a su vez otra de esas joyas que hacen más grande tu biblioteca y, por supuesto, a la literatura.