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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
25 September 2019
No me voy a andar con rodeos: qué bien, ¡pero qué bien!, me lo he pasado con este libro. Creo que, si los cuento, este debe ser el octavo libro de la colección de clásicos policíacos de Siruela que reseño, y siempre lo digo, me encuentro de todo. Unos me hacen más tilín, otros menos. Pues bien, El asesino vive en el 21 me ha recordado en todo su esplendor por qué adoro este género, por qué me pirra el clásico policíaco de los años 30-40 y por qué me dejo el sueldo mes tras mes comprando todo lo que huela remotamente a un misterio escrito durante las primeras décadas del siglo XX. Si cuando yo digo que me hace falta un dinerete de la lotería de manera urgente...

Vamos al lío. Se están produciendo unos asesinatos en Londres que traen a Scotland Yard de cabeza. Siempre se llevan a cabo cuando la niebla oculta en buena medida el crimen, y las víctimas parecen aleatorias y sin ninguna relación entre ellas. Además el asesino siempre deja una tarjeta de visita donde se da a conocer como Mr. Smith. Un conocido y habitual de la policía (atención al modo en que lo hace, es genial) suelta el bombazo: ha sido testigo de uno de esos asesinatos y, aunque no le ha podido ver la cara, ha seguido al criminal hasta su casa. Sabe donde vive: ni más ni menos que en el número 21 de Russell Square, muy cerquita del British Museum.

Pero claro, acabamos de empezar el libro, no puede ser esto tan fácil, ¿no? Pues no, no lo es. Y es que en el 21 de Russell Square no vive uno sino muchos sospechosos: es una casa de huéspedes con unos diez inquilinos entre hombres y mujeres, así que Scotland Yard sabe dónde está, pero no sabe quién es ni tampoco puede desvelar que sabe dónde vive para no alertarle. de este modo empieza el juego del ratón y el gato entre la policía y el asesino porque, a pesar de sus precauciones, el criminal se ha dado cuenta de que la casa está vigilada, y aun así se las apaña para seguir haciendo de las suyas y el número de víctimas sigue creciendo a un ritmo alarmante. Llega un punto en que salta la liebre, los huéspedes saben que entre ellos hay un asesino, pero al estar todos bajo sospecha no pueden abandonar la casa y deben seguir con su rutina de convivencia habitual (aunque son british, señores, aquí no hay dramatismos ni histerismos que valgan. Todo muy polite xD).

El planteamiento en sí mismo es genial, y además el protagonismo recae en su mayor parte sobre los huéspedes/sospechosos y las relaciones que se establecen entre ellos en la casa, no sobre el agente asignado al caso. Este agente, el superintendente Strickland, se enfrenta a un escurridizo asesino que consigue dar esquinazo constantemente a un cuerpo policial que va deteniendo, uno a uno, a buena parte de los inquilinos de esa casa de huéspedes, y uno a uno tiene que ir soltándolos porque los crímenes siguen produciéndose... Porque esto es lo curioso: Mr. Smith, nuestro misterioso asesino, podría cargarle el muerto (o muertos, como es el caso) a cualquiera de sus compañeros de la casa de huéspedes conforme van siendo detenidos, pero no lo hace, sigue matando. Así se va reduciendo el círculo de sospechosos, y a los que van quedando no hay manera de pillarlos; está claro que el tal Mr. Smith se está riendo de Scotland Yard y de sus capacidades deductivas, y cuanto más intentan cercarle, más se ríe de ellos; cuanto más vigilan el 21 de Russell Square, más esquinazo les da. Y así llegamos a un final con sorpresa que es sencillamente fantástico.

Pero aun así, aun siendo la premisa una gozada para quienes nos gusta el género, lo que realmente atrapa al lector es la forma en la que está narrada. El autor era belga, compatriota y amigo de otro grande del género, Georges Simenon (creador del personaje del inspector Maigret), pero en esta novela hace gala de un humor británico brillante que campa a sus anchas de principio a fin. al parecer él mismo era muy guasón y muy irónico en la vida real, y esa personalidad se traslada completamente a la historia, en la que te saca la sonrisa constantemente. Incluso se permite el lujo, hacia el final del libro y hasta en dos ocasiones, de dirigirse al lector "que aún no ha adivinado al culpable" para preguntarle si realmente se considera un buen detective, si ya ha adivinado quién es el asesino, y le recuerda que tiene todas las pistas a su alcance y que la solución aparece literalmente en la novela en varias ocasiones. Reta al lector a destaparle el juego, una lucha mental que él mismo reconoce que usa emulando a autores de la Golden Age como Ellery Queen o Hugh Austin.

Y a todo esto, y sé que soy muy pesada con este tema, una vez más estamos ante un debut como escritor. El asesino vive en el 21 fue la primera novela (publicada al menos) de Steeman, y a mí estas genialidades me fascinan, ya lo sabéis. La novela es consistente y está perfectamente estructurada y dosificada en cuanto a la información que va dando, y el autor tiene razón cuando le da un toque al lector hacia el final de la lectura: la solución está a la vista, pero hay que saber verla. No solo hay que leer, hay que entender y asimilar lo que se está leyendo.

En resumen, ya sabéis que las medias tintas no son lo mío: que cuando disfruto muchísimo con un libro se me nota a la legua, y con este creo que os habrá quedado claro a estas alturas: me ha e-n-c-a-n-t-a-d-o. Tiene absolutamente todo lo que le pido a estas historias: ritmo narrativo, excelentes diálogos, mucho encanto british (aunque el autor no lo sea), ironía, humor y un final sorprendente. Un misterio clásico policíaco muy, muy recomendable.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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