Papeles que caían de las manos atónitas y que se llevaba un viento afilado como un cuchillo, que te decían que el niño al que habías amamantado, bañado, regañado y por el que habías llorado estaba... bueno, no estaba.
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Papeles que caían de las manos atónitas y que se llevaba un viento afilado como un cuchillo, que te decían que el niño al que habías amamantado, bañado, regañado y por el que habías llorado estaba... bueno, no estaba.
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Un faro advierte de un peligro, avisa a los navegantes de que deben mantenerse a distancia. Ella lo había confundido con un lugar seguro.
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No hay nada que pueda prepararte para ser padre. No puedes imaginarte hasta qué punto un bebé puede traspasar todas tus defensas. Se cuela en tu interior. Es un ataque por sorpresa.
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Los años destiñen el sentido de las cosas hasta que lo único que queda es un pasado blanco como la nieve, desprovisto de sentimiento y significado.
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Tenemos que vivir con las decisiones que tomamos. En eso consiste la valentía. Atenerte a las consecuencias de tus errores.
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La forma más rápida de hacer enloquecer a un hombre es dejarle seguir luchando en su guerra hasta que la resuelve.
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A veces el océano no es el océano. No es azul; ni siquiera es agua, sino una explosión violenta de energía y peligro: ferocidad de una magnitud que sólo los dioses pueden lograr. Se arroja contra la isla lanzando espuma por encima del faro, arrancando trozos de acantilado. Y el ruido que hace es el rugido de una bestia cuya ira no conoce límites. Es en esas noches cuando más necesario es el faro.
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Los océanos nunca paran. No se conocen principio ni fin. El viento nunca cesa. A veces desaparece, pero sólo para tomar impulso en algún otro sitio y volver a lanzarse contra la isla (…) aquí la existencia es a escala gigantesca. El tiempo se mide en millones de años; las nocas que desde lejos parecen dados lanzados contra la costa son peñascos de varios metros de contorno, erosionados a lo largo de milenios, volcados sobre un costado, de modo que los estratos se convierten en rayas verticales.
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A veces deseamos tanto algo que nos engañamos y creemos haberlo encontrado.
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Una vez que un niño entra en tu corazón, ya no existe ni bien ni mal. Ella sabía de mujeres que habían tenido hijos cuyos padres eran maridos a los que ellas detestaban, o incluso algo peor, hombres que las habían forzado. Y esas mujeres amaban a sus hijos con todo su corazón, al mismo tiempo que odiaban al bruto que los había engendrado.
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¿Quién mata al elfo Dobby?