larazon19 November 2018
El resultado es un libro ameno, repleto de divertidas anécdotas y en el que Kory Stamper muestra con bastante sentido del humor cómo llegó a interesarse por el funcionamiento del idioma para terminar en una editorial donde la relación con la lengua tiene mucho de amor pero, también, una buena dosis de obsesión.
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La edad de la inocencia