El libro simplifica de manera excesiva la complejidad de las emociones humanas al categorizarlas de forma objetiva, sin tener en cuenta los contextos individuales que las influyen. Además, promueve una perspectiva binaria de las relaciones interpersonales, etiquetando a una persona como "tóxica" y exaltando a la otra como "buena", sin reconocer la diversidad y matices de los comportamientos y motivaciones humanas. Adicionalmente, el autor se deja influir claramente por sus creencias religiosas al escribirlo, lo que lo hace aún más problemático al mezclar la realidad con su propia visión, convirtiéndolo en claramente seudociencia. |