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Crítica de AlhanaRhiverCross


AlhanaRhiverCross
18 May 2019
Hace unos años tuve la gran suerte de que Sonia Lerones se cruzara en mi camino gracias a Fugitivo (ciencia ficción, distopía, LGTBI), su primera novela autopublicada que descubrí en el canal de Rolly Haatch (en serio, fiaos de recomendaciones y deshaceos de prejuicios contra este tipo de publicaciones). Onyx Editorial se dio cuenta del gran talento con el que venía de fábrica esta autora madrileña y decidió apostar por ella para publicar La posada Shima (fantasía, aventura) en 2018. Ahora vuelve a confiar en ella con una historia que no tiene nada pero nada que ver con sus anteriores registros, y aunque la versatilidad ya le suma puntos en sí misma, La chica del corazón de agua es su obra más arriesgada pese a ser también la más realista y cercana en todos los aspectos.
Narrada en primera persona por la protagonista, Petra, nos deja claro desde el primer párrafo que en esta novela no todo van a ser risas porque necesita contarnos cómo el agua, literalmente, la salvó de su depresión. Así que con un comienzo agridulce la autora no está alertando de que l@s lector@s más sensibles a estos temas verán recompensado su “sufrimiento” emocional con un final esperanzador. Una vez que Petra nos ha dejado su tarjeta de presentación en la que pone “Enferma mental: depresión”, es mucho más fácil dejar de lado esa parte de su vida con la que convive a diario para empezar a conocerla de verdad. Petra es una universitaria que tras un accidente y una pérdida enorme en su vida, decide que no puede seguir en Madrid asfixiándose en su propia pena y que cambiar de aires, de casa y de ciudad le vendrá, sino bien, al menos mejor. Así que se traslada a Valencia aprovechando que su prima Sasha tiene su casa libre mientras ella está por ahí de mochilera durante semanas sin intenciones de volver por el momento. de aquí parte la novela y es justo el momento en el que comenzamos a seguir los pasos de Petra mientras ella misma nos va contando lo que hace, lo que piensa y sobre todo lo que siente.
Al llegar a Valencia está sola en una casa que no es la suya, en una ciudad que no controla y rodeada de compañer@s a los que aún tiene que conocer. Su día a día es una continua lucha contra la desgana, la apatía y las horas desaprovechadas tirada en el sofá sin vestirse ni asearse, sin tener contacto con nadie más que su psicóloga Olga, su madre o su prima Sasha por teléfono. Como también sufre otro de los síntomas más habituales de la depresión, está cansada de no poder dormir por las noches y de pasarse noches de insomnio haciendo más o menos lo mismo que de día: nada. Por ello, se le ocurre hacer el único deporte por el que parece sentir algo de interés para agotarse y así caer rendida con la mente en blanco cuando se meta en la cama. Así que se apunta al club de natación de la universidad y comienza a nadar y nadar por la mera necesidad de cansarse sin saber que este será el punto de inflexión para que su vida cambie progresivamente.
En este momento entra en juego una de las mejores bazas que ha sabido mostrar la autora añadiendo a tres chicos alrededor de Petra en vez de rodearla de las típicas mejores amigas de cualquier novela juvenil. Ían, Jairo y Leroy son los otros tres nadadores del equipo de natación que entrenan en la misma piscina para competir en los distintos campeonatos y clasificaciones a lo largo del curso. Petra no quiere saber nada de competir (solo le faltaba añadir otra fuente de presión más a su vida) pero a los chicos les falta un integrante en el equipo, así que le hacen la rosca como solo ellos saben hacerla y Petra termina accediendo sin saber ni cómo la han convencido. Yo sí lo sé, y es que los tres tienen un encanto personal en conjunto y por separado que todos y cada uno de ellos se han convertido en mis favoritos, si eso está permitido en el fangirleo lectoril. Ían es el sensato del grupo, aun con su apariencia de surfista californiano, que sabe escuchar y razonar, que ayuda a Petra a resolver conflictos y a no generar nuevos. Por su parte, Jairo es sencillamente fascinante, de ascendencia asiática, muy callado y poco expresivo pero competitivo y leal, vive solo en un chalet enorme y toca el piano cuando nadie lo ve. Así que el tercero en discordia tenía que sea un vértice opuesto porque Leroy es como un niño con apariencia de veinteañero, alegre y hablador, al que le encanta la fotografía artística, infantil para muchísimas cosas y de repente un adulto para algunas otras.
Al coro de personajes se une también un cuarto pilar: Bastian, antiguo mejor amigo de Jairo, campeón estatal de natación y actual rival del equipo de Petra. Con él comienzan los conflictos argumentales y también los de la propia protagonista porque ¿puede sentir algo por Bastian? ¿El amor cura la tristeza crónica? Es más, ¿la depresión es solo estar “triste”? Pero ¿qué pasa si Petra no tiene motivos para “estar triste”? Sonia Lerones intenta contestar a todas estas preguntas a través de las páginas y también ayudada por personajes como Sasha, la prima de Petra, que resulta exasperante por su falta de conexión y empatía con lo que le ocurre, que cree que solo lo hace para llamar la atención, porque no se aclara o porque no pone de su parte para “curarse” y otras lindezas con las que tienen que convivir este tipo de enfermos. También es reseñable Bruno, un compañero de clase que cree que todos los enfermos mentales deberían estar encerrados porque son un peligro para la sociedad (es un chico muy adelantado a su tiempo, todo muy del siglo XIV) y que por algún motivo cree que Petra se curará antes si le deja claro lo mucho que la desprecia con insultos y amenazas.
Como veis, gracias a todos los personajes secundarios que Sonia Lerones ha colocado pululando alrededor de Petra nos acercamos a multitud de temas de actualidad y de interés para cualquier tipo de público, además de mostrarnos diferentes actitudes ante una misma situación. Cada uno de los chicos tiene sus propios problemas a través de los cuales la autora va soltando amarres emocionales. Por ejemplo, podemos ver relaciones sentimentales tóxicas (incluso de maltrato psicológico), traumas del pasado debido a accidentes y traiciones, embarazos inoportunos, situaciones impotentes de bullying… En serio, parece alucinante ver cómo todo esto encaja como las piezas de un reloj suizo pero está todo insertado tan al milímetro y de forma tan natural que estoy segura de que si quitáramos alguno de estos engranajes se notaría en el funcionamiento global de la historia porque no le falta de nada: amistad, amor, diversidad, sonrisas y lágrimas.
Sin embargo, si hay algo que ha hecho que esta novela se convierta en mi favorita de Sonia Lerones (quiero decir además de todo lo anterior que ya me ha parecido insuperable) es el salto exponencial que ha pegado en cuanto a la mejora de su estilo narrativo. Supongo que tiene que ver con los temas tan duros que toca, con la evidente carga emocional que aporta a l@s lector@s y con el componente personal que supone para la propia autora, pero es casi palpable cómo se ha soltado la melena al escribir, dejando que todo (pensamientos, ideas, sentimientos, reivindicaciones) fluya por las palabras, dejando atrás el talante encorsetado que yo notaba en sus anteriores novelas (real o no, porque es cuestión de percepción lectora) y que en esta es más bien todo lo contrario: ha dejado el grifo abierto y se ha desbordado todo el torrente de emociones. Pese a que su protagonista es una chica calmada, tranquila y racional, he oído cada uno de sus gritos pidiendo ayuda porque le ha dado voz a una de las enfermedades más silenciosas que pueden existir.
Hay tantísimo que decir de esta novela que en resumidas cuentas solo puedo asegurar que he tenido la oportunidad de leer una historia preciosa, súper emotiva, muy real y cercana, completísima y capaz de llegar a muchos tipos de lector@s. Sonia Lerones ha logrado conectar conmigo como lectora y como persona con absolutamente todo (narración, personajes, temáticas, reivindicaciones…) y me ha ayudado a abrir los ojos ante algunas situaciones y a dejarme más ojiplática aún más en otras de las que ya era consciente. Mención aparte merece la edición tan trabajada que tiene el libro, con una corrección impecable y unos detalles interiores (incluso a color) que hacen que le haya cogido aún más cariño a esta historia. Desde mi punto de vista, es su mejor novela hasta el momento, una de mis mejores lecturas en lo que llevamos de año y, sin duda, uno de mis libros favoritos a partir de ahora para incluirlo en cualquier top de recomendaciones.
Enlace: https://enmitiempolibro.blog..
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