El lugar de la espera

Con cuatro libros en su haber, la revista Granta consideró a Sònia Hernández como una promesa literaria en 2010; esa promesa literaria ya ha madurado a la sombra de una editorial de prestigio como Acantilado, pero el último fruto de esa maduración no está todavía en su punto. Esta es la novela de la insatisfacción de una generación, unos juguetes rotos: la desorientada Malva, una joven que fue actriz, azotada por la drogas y orillada por una profesión que olvida pronto a los intérpretes incapaces de soportar la vida sin aditivos; Sergio, quien "todavía quiere hacer algo importante" aunque no sepa ni el qué ni el cómo; el desesperado Javier, hermano de la protagonista, que se siente agraviado por su incapacidad para afrontar al vida sin el olor a fracaso a flor de piel; Olga, pareja de Javier; Noe, nacida mujer y transformada en hombre, pero con un cambio de sexo que no ha borrado los miedos de su mente; y el artista Vassili son los personajes de esta densa novela coral, que deambulan por las páginas y contagian ese transitar por la nada con evidentes toques de absurdo, por el lugar de la espera y el lector queda esperando y sigue esperando tras el punto y final. No hay progreso argumental alguno, los citados personajes viven instalados en una incertidumbre esperanzada, que fatiga, puesto que si bien hay reflexión (la novela busca ser espejo social y lo logra), no hay tensión narrativa, ni emoción, ni entretenimiento, lo que puede ser una tara para algunos lectores (como es mi caso personal, que no he encontrado el motivo ni la inquietud para leer cada página). Es una prosa de raso vuelo literario, que no secuestra la atención del lector por la ausencia de un motor narrativo, que evite que la narración no sea más que una acumulación de personajes en conflicto consigo mismo, con su interior, expertos en experimentar la nada y esquivar la dolorosa verdad en lo que es un retrato grupal, el de "una generación que tenía muy cerca la dictadura franquista" por medio de los retratos de unos personajes a la deriva. Una novela corta reflexiva (como las anteriores de Hernández) que busca lectores.