- Qué guapo está y qué bien huele – apreció Clara cuando se separó de él-. ¡Está usted hecho un dandi! - Gracias, mi más admirada flor. – Se cuadró Fernando a la vez que hacía una pomposa reverencia. Cuando se incorporó se llevó una mano al mentón, pensativo-. De todas formas, dandi es un término que no me acaba de hacer el peso. Un acaparador murmullo inundó el bar. -Y discúlpeme usted, mi dulcinea particular - continúo diciendo Fernando cuando volvió en sí -. Ese es un mote proveniente del idioma yanqui, que siempre ha adolecido de poca diversidad de vocablos. Dejémosles a ellos sus palabras, que las necesitan, y hagamos servir las nuestras más diversas y ricas. Es decir, llámeme usted galán, caballero, figura, conquistador, seductor, donjuán, hechicero o Tenorio. O incluso amor de su vida. |