M Train

Con este segundo libro de Patti Smith, me reafirmo en mi afición por su forma de escribir tan poco convencional.

Aquí nos relata diferentes momentos de su vida, nos habla de viajes a diferentes destinos, y de sitios que le marcaron o que descubrió a través de los libros. Nos introduce en las cafeterías donde acudía asiduamente a leer, escribir o simplemente estar.

Un libro muy personal en el que nos descubre pensamientos, aficiones, obsesiones... y se nos presenta tal cual es.

"Me sentaba en el suelo, en un rincón, rodeada de bajos muros blancos, y dejaba a un lado el tiempo real, libre para deambular hasta el tranquilo puente que comunicaba el pasado con el presente"

"-Ha extraviado la alegría - me dijo sin titubear- Sin alegría estamos muertos.
- ¿Cómo encontrarla de nuevo?
- Busque a los que la tienen y báñese en su perfección."

"Mi penitencia por estar apenas presente en el mundo, no el mundo que existía entre las páginas de los libros, o la atmósfera dispuesta en capas de mi propia mente, sino el mundo que era real para los demás"

Después de leer “Éramos unos niños” hace un año, nada me apetecía más que volver a leer a Patti Smith. A diferencia de ese primer libro, “M Train” no sigue un argumento lineal. Tampoco es una autobiografía, ni siquiera un libro de memorias al uso, sino una serie de recuerdos recientes y también lejanos (de su infancia en los cincuenta, de los ochenta…) conectados entre sí.

Conforme avanzan las páginas, acompañamos a Patti en sus visitas diarias a sus cafeterías favoritas, las que frecuentaba a diario y que, a lo largo de los años, se convirtieron en sus lugares de creación. Siempre con un café a mano, ella recuerda sus viajes, sus extraños sueños, nos habla de su serie favorita, de sus fotos, de Fred, de sus talismanes, sus gatos… Patti es una atenta observadora de la vida cotidiana y su mirada poética, profunda y conmovedora nos muestra su alegría por la vida pero también el dolor por la muerte de los seres queridos.

A veces pensativa, y muchas veces introspectiva cuando recuerda a su marido, siempre cuestiona enérgicamente su entorno, busca respuestas y continúa haciéndose más preguntas. Me ha encantado viajar con ella, visitar las tumbas de sus autores favoritos, disfrutar, a poquitos, de su día a día, y casi soborear todos esos cafés mientras la imaginaba garabatear en servilletas.
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