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Crítica de Maya


Maya
03 June 2020
Escrito por Dominic Smith, ha sido reconocido como libro del año 2017 por la editorial Maeva.

El libro comienza con la descripción del cuadro para seguir con dos partes, siendo la segunda bastante más lenta. Se van alternando las escenas de los tres tiempos y protagonistas.

Lo primero que me llamó la atención de este libro fue su título: La última pintura de Sara de Vos, lleno de sugerencias y de melancolía. Este libro trenza tres tramas: Sara, mujer, pintora en el Ámsterdam del siglo XVII, esto ya es mucho decir. Marty de Groot, acaudalado abogado de origen holandés afincado en Manhattan. Ellie Shipley, restauradora australiana, apasionada de su trabajo.

Todos ellos bailan alrededor del cuadro En el linde del bosque.

En el siglo XVII, los pintores de Ámsterdam se asociaban en la Guilda de San Lucas, que era quien dirimía, quién databa y firmaba las obras. Solo 25 mujeres lograron entrar en la Guilda, la primera de ellas Sara van Baalbergen. No se conocen trabajos que la hayan sobrevivido. Sara de Vos está construida con una mezcla de ella y de Judith Leyster. Las mujeres solo podían pintar bodegones, nunca paisajes.
“De Vos no solo fue la primera mujer admitida en la Guilda de San Lucas. Fue la única holandesa barroca, que sepamos, que pintó un paisaje. Sus circunstancias le permitieron acceder a un mundo dominado por los hombres. Era una pionera.”
A raíz de un hecho luctuoso que marcará la vida de Sara para siempre, pinta a escondidas un paisaje. Un antepasado de Marty adquiere este cuadro en una subasta y éste llega a través de los años a su dormitorio en Manhattan. Sara “se siente a la deriva: una mujer deambulando bajo los aleros, sus manos firmemente entrelazadas a la espalda, encolerizada con Dios”. Cuando lo ha perdido todo En el linde del bosque es su único refugio: ”Se pasa días y días sin pensar en nada más que en esa pintura”.

Marty es rico pero es una persona atormentada, su vida es “una vida contenida desgranada en objetos”. Está seguro de que el cuadro trae una especie de mala suerte a su familia (“un cuadro que, según sospecha, posiblemente le ha emponzoñado la vida durante años”). Sin embargo, cuando se lo roban, pondrá todo su empeño en recuperarlo. Una característica de Marty que llama mucho la atención es su “fe íntima en un dios voluble. Es agnóstico pero proclive a arranques de superstición descabellada, un rasgo de personalidad que procura disimular.”

Ellie es una joven restauradora que pinta una falsificación de nuestro cuadro y esto, también la marcará el resto de su vida. Su verdadero deseo sería pintar sus propios cuadros: “De algún modo, combinar la luz devota y religiosa de un retrato de monasterio y la emotividad de una alegoría italiana”. Su vida es triste, no tiene sentido más que en la pintura.

El cuarto protagonista es nuestro cuadro. Es una escena invernal en la que al fondo vemos gente patinando sobre un lago helado. A un lado, una niña los observa. Nos fijamos en su manita apoyada en un abedul y en su perfecta carita empañada de una honda tristeza:
“Era la observadora pero también el punto de fuga, el centro de gravedad… Aquello era un momento de suspensión, una niña atrapada en la eternidad del anochecer. La niña había sido objeto de un profuso y sutil trabajo de pincel, y el deshilachado dobladillo del vestido resultado de un centenar de filamentos de pintura.”
Lo más reseñable del libro es la bella prosa que nos hace repetir en voz alta algunas palabras por su singular belleza: Hibiscos y banksias doradas; aspérula, cera y lavanda; el arrebol; trémulas imágenes; terciopelo negro y diamantes; espliego, acre siena y albayalde.

Las comparaciones que salpican la obra nos conducen a través de los siglos en un ambiente de tristeza y melancolía.

El autor combina con pericia los registros lingüísticos de un siglo a otro, siendo sin duda los más bellos los del siglo XVII.

El tema central por supuesto, es la pintura. El autor nos deleita con descripciones minuciosas y muy bellas de colores, pigmentos, pinceles y pinceladas. En él nos encontramos con los mejores pintores e la época, Rembrandt, Vermeer o Hals. Pero sobre todo, nos rodeamos de mujeres abocadas a pintar bodegones y flores, mujeres cuyas obras firmaban hombres y de las que apenas nos ha llegado ningún cuadro.

No sé si es casualidad que la muerte de la hija de Sara determine que Marty y Ellie nunca tengan hijos.

No quiero acabar sin mencionar la escena de la ballena muerta en la playa por su belleza y la incertidumbre que nos crea cuando la niña se asoma al abismo del ojo del animal. Poco después, miramos otros ojos amarillos, esta vez de un niño, en los que claramente percibimos ese abismo. La muerte es un tema ampliamente tratado en la obra.

¿Es En el linde del bosque la última pintura de Sara de Vos? Hay que leer el libro para descubrirlo. La intriga que ya se nos plantea en el título nos conduce por el Ámsterdam del siglo XVII hasta una exposición en Australia, pasando por Manhattan. Comprenderemos la vida de las pintoras holandesas de aquellos años, silenciadas hasta ahora.
Enlace: HTTP://CITAENLAGLORIETA.COM
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