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He tardado más de lo previsto en leer la primera lectura que @bibliolia y yo nos propusimos para este primer mes del año, pero esta es otra de esas veces en las que un libro de más de seiscientas páginas se queda corto y al mismo tiempo es un horizonte lejano casi imposible de rozar con los dedos. Quien dijo que la vida era como un libro abierto aún no había leído a Zadie Smith. Porque hay palabras que escapan de los márgenes, igual que hay personajes a los que las páginas se les quedan pequeñas. En Dientes blancos no se puede decir que haya una trama concreta, pero tampoco que no la haya. Es un continuo trueque y balanceo sobre la nada y el todo, la diferencia y la unidad. Hacía tiempo que no encontraba unos personajes tan interesantes y tan trabajados. Unas vidas tan libremente atrapadas en un contexto, asomadas a las ventanas de una narración que sujeta con fuerza las manos que mantienen firmemente el peso de la multiplicidad de la historia. El pasado era imperfecto y el futuro perfecto, aunque siempre indefinido. Fanatismo, fractura identitaria, inmigración eterna e incomprensión son los pilares sobre los que se sustenta la resistencia a ceder de unas familias tan diferentes como entrelazadas entre sí. No es otro turbio reflejo de la relación entre padres e hijos, entre fe e incredulidad. Utilizando como escenario el Londres multicultural de finales del siglo XX, nos encontramos con otra fábula del ser humano, que tiene tanto de parodia como de realidad, de ironía como de seriedad. Una fábula en la que un ratón que huye no es un símbolo de libertad, sino de fracaso. Aunque puede que a veces llegue a hacerse lenta en alguna de sus partes, es tal la dimensión de la narración, tal el magnetismo que desprenden algunos de sus personajes, que sin darte cuenta te has leído doscientas páginas de un tirón. No hay nada que pueda decirse de este libro que no pueda responderse con un contundente: léelo. Puede que a ti no te diga nada o, por el contrario, que te parezca imprescindible, pero creo entrever que habrá algo que te susurrará con fuerza que sigas mordiéndolo, porque morder es leer la historia con los dientes apretados. Enlace: https://www.instagram.com/p/.. + Leer más |
Cuando murió a finales de 2021, Joan Didion era una de las referentes más veneradas y admiradas por varias generaciones de escritoras. Gran cronista de la contracultura norteamericana, sofisticada estilista en las aguas de la no ficción, capaz de diseccionar con lucidez y agudeza territorios como California, Nueva York, El Salvador, la Miami cubana, sistemas como el de la Justicia, el estrellato y la familia, la publicación de «El año del pensamiento mágico» (2005) y de «Noches azules» (2011), sobre las muertes de su marido y de su hija, la puso –una vez más— en perfecta sintonía con la sensibilidad de la época. Las despedidas en todo el mundo literario fueron una muestra de lo que esa combinación de rigor periodístico e intimidad supieron generar. de todas ellas, quizá la más brillante e irreverente haya sido la despedida de Zadie Smith publicada originalmente en «The New Yorker». ¿Por qué? Porque lo hace a la mejor manera de Didion: auscultando el reverso de sus frases, sus palabras, sus sentencias y su impenitente ironía.
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Texto narrado por Paloma Castro.Crédito Imagen ilustrativa: Getty Images