La mejor voluntad

Editorial Sexto Piso ha editado otra de las obras de Jane Smiley. En este caso se trata de "La mejor voluntad", escrito originalmente en 1989. Con esta, ya son tres las novelas que Sexto Piso ha publicado de Jane Smiley.

"La mejor voluntad" es la segunda novela que leo de Jane Smiley, y ha conseguido envolverme con su prosa.

Un detalle que me gusta de Jane Smiley es que consigue que el lector se ponga en situación en pocas palabras.

En "La mejor voluntad", Jane Smiley va intercalando la situación actual de Bob, su mujer Liz y su hijo Tommy, con retazos del pasado, para que el lector conozca lo suficiente para saber cómo llegaron a este momento actual. Jane Smiley no rellena páginas con descripciones y recuerdos que son prescindibles, ha conseguido encontrar el equilibrio necesario para conseguir trasladar al lector y que parezca que, en este caso, lleva con Bob desde el inicio, desde que construyó con sus propias manos la casa.

"La mejor voluntad", desde mi punto de vista, plantea dos temas, aunque uno de ellos queda más en segundo plano.

Para que podamos entender el tema principal, me gustaría comenzar por el segundo: la autosuficiencia que Bob y su familia han logrado alcanzar.

Hoy en día quizá nos parezca imposible vivir sin electricidad, sin agua, sin televisión, o sin dinero, entre otras cosas. Bob, junto a su mujer Liz, han conseguido crear un edén familiar en donde han logrado vivir sin ello. Tienen sus propios animales, el agua la adquieren de los manantiales, cultivan su comida y tejen su ropa. En ocasiones, trabajan para vecinos del pueblo haciendo arreglos o comerciando con los alimentos, bien para conseguir dinero o para cambiar por algo que necesiten. El trueque, tan antiguo y tan famoso, cobra de nuevo vida en "La mejor voluntad".

Llegados a este punto, Bob y Liz nos harán pensar acerca de los excesos que tenemos a día de hoy: armarios llenos de ropa, canales de televisión que no vemos o televisores, aparatos electrónicos en varias estancias de la casa, en ocasiones más de los necesarios. No olvidemos la comodidad de ir en coche a todos lados, o una despensa llena de comida, que en ocasiones compramos por "capricho".

Bob y Liz, son felices así, a pesar del aislamiento social que tienen con los demás habitantes del pueblo. Han creado sus rutinas, que les gustan, y buscan además otros divertimentos para pasar el rato: coger libros de la biblioteca para leer en vez de ver la tele, patinar en el lago congelado, bañarse en el lago en verano, ordeñar las cabras o educar a los ponis. Su día a día es muy diferente, pero es su sueño y lo han logrado. Es en ese sueño, en ese estilo de vida, que educan y crían a su hijo Tommy.

El tema principal, sobre los hijos, la familia, y las relaciones, es el que queda más remarcado durante toda la novela.

El edén familiar que han logrado se empieza a romper cuando Tommy, de sólo siete años, llega a casa con una nota de su profesora del colegio. Tommy empieza a realizar una serie de acciones, que Bob y Liz en un primer momento no creen posible. A pesar de los esfuerzos de Bob y Liz por reconducir la conducta de Tommy, la situación empeora.

El lector podrá ver en los padres el miedo y la esperanza frente a Tommy. Jane Smiley ha sabido plasmar, de una manera muy intensa, la sensación de derrota que Bob y Liz comienzan a sentir. La idea de que lo que ellos quieren no es lo que Tommy quiere o necesita. Suele ocurrir que los padres vuelcan en sus hijos sus sueños, o los quieren conducir por un camino, sin pararse a pensar si será bueno o no. Las buenas intenciones o "la mejor voluntad", como indica el título del libro, es un cuchillo de doble filo que se puede volver en contra.

El lector notará cómo, en un momento dado, los cimientos de Liz para con su marido se tambalean. Llega un punto en que he llegado a pensar si Liz siguió a Bob, si él la arrastró consigo, o si en verdad ella lo quiso así. La felicidad inicial se vuelve contra ellos, en un final que no esperaba.

Quizá me hubiese gustado conocer algo más de Tommy, sus motivos o lo que piensa, de una manera más concreta y cercana, más a través de la mirada del niño y no tan de los padres.

"La mejor voluntad" es de esas novelas que se leen solas y que se quedan en la mente tiempo después de haberlas leído.
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