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«Iris y las semillas mágicas» es un batiburrillo de imaginación que Nicola Skinner ha conseguido lograr y con el que disfrutaremos sin lugar a dudas. Nos encontramos con una protagonista, Iris, que tiene como objetivo principal ser la mejor hija, la mejor amiga pero, sobre todo, la mejor alumna. El colegio del señor Grittysnit ha realizado un concurso "Estrella Grittysnit", y las reglas no podrían ser otras que ser el mejor alumno en comportamiento pues el lema del colegio es "Que la obediencia os forme, que la conformidad os moldee y que las normas os pulan"; ¡ya podéis imaginar lo estricto que es su director! No hay alumno que pase por esos pasillos sin ir bien peinado, bien uniformado y, sobre todo, con un comportamiento ejemplar y digno de ser reconocido para convertirse en Estudiante del Año. La cuestión es que como Iris pretendía no todo sale a pedir de boca y, a veces por no decir siempre, las cosas no salen como nosotros queremos. Algo que se torna tan fácil se vuelve complicado y en Todocemento, desde que tiene uso de razón su madre soltera se hace cargo de ella de la mejor forma posible y Neena la acompaña en sus aventuras y desventuras. Porque, ¿qué más podemos pedir que tener una amiga que se apunte a todos los bombardeos? Esa es Neena. Porque ella aunque sea una científica/rebelde sin causa siempre está ahí. Cuando Iris encontró remotamente unas semillas mágicas la acompañó hasta el fin del mundo, mejor dicho hasta la jardinería en ruinas Sid Strangeways, a buscar todos aquellos utensilios que necesitaría para sembrar y dar amor a unas semillas de origen desconocido y que tienen unos poderes que ni hasta ellas mismas se imaginan. Porque en Todocemento la vegetación no tiene color. Mejor dicho, lo tiene, pero en forma de asfalto gris y edificaciones. Y Neena e Iris sin comerlo ni beberlo van a cambiar y romper con todo eso. Porque por encima de las vacaciones del concurso Grittysnit está la felicidad del mundo y eso es lo que van a conseguir estas semillas. Devolver ese color que Todocemento necesita con ayuda de nuestras pequeñas jardineras. En este libro nos vamos a encontrar de todo, pero me gustaría destacar algunos detalles que, por desgracia he tenido que vivir de primera mano y también de segunda. Trixie Fallowfield, la madre de Iris, se veía atada de manos y pies cuando quería pasar tiempo con su hija; esto es algo que actualmente está ocurriendo. Muchos son los padres que no pasan tiempo con sus hijos y eso a la larga, además de que podrá ser utilizado en contra de los progenitores, les dota a los niños de muchas carencias afectivas. En otro lugar, está el director Grittysnit, que es la figura del autoritarismo escolar. Ante todo está por delante el comportamiento ejemplar, el que ningún niño disfrute jugando y el que se hace lo que él diga por que sí. Y por último, aunque no menos importante, la sobrexplotación forestal y el abuso de las edificaciones. Quizá es algo que pasa así como de la nada por el libro, pero sin quererlo está ahí. Así lo indica el nombre del pueblo donde viven todos los personajes Todocemento. Un sitio lúgubre, triste, sin ápice de color y en el que a sus habitantes les falta brillar con luz propia. Destacar que, a pesar de que el libro se haga pesado en algunas partes y que su fuente hermosamente grande ayude con la causa, nos encontramos ante una historia llena de capítulos cortos, en los que hay párrafos en el que Iris interactúa con el lector bien con advertencias o dirigiéndose directamente a él. Una prosa escrita con fuentes y tamaños diferentes para llamar la atención del que tiene el libro entre sus manos y unas ilustraciones que se dejan ver de cuando en cuando que te hacen más amena la lectura. En definitiva «Iris y las semillas mágicas» ha sido una historia llena de fantasía, en el que unas semillas de nada han podido sembrar el caos en Todocemento y hacer de nuestras protagonistas unas jardineras de categoría que solo querían portarse bien y lo que han hecho es salvar su mundo. Enlace: https://www.goodreads.com/re.. |
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