Los ingratos

Hace escasas dos horas que terminé este libro y aún estoy tratando de procesarlo todo. No quepo en mí de tanta emoción, dolor, sentimiento de pérdida, corazón acelerado.
Poco a poco me calmo.
Miro por la ventana y el cielo me responde arañado entre nubes blanquecinas.
Arañada me siento yo.

"Los ingratos" es un niño que nos cuenta lo que ve, lo que teme, lo que ama y lo que aprende. Pero también es un niño que crece, pierde y abandona.
Esta es la historia de la España de la transición, de los pueblos y los cromos, del anochecer en la calle y llegar a casa a acurrucarse en la mesa camilla en busca de algo de calor.
Es el amor más allá de la sangre, más allá de los límites establecidos, incluso más allá de los almendros.
Es no dejar de esperar a esa persona, como quien está sentado pacientemente mirando un baile y deseando en silencio que alguien le tienda la mano.
Espera.
Espera.
Espera.
Y yo mientras leía, esperaba. Y lloraba, y reía, y de pronto, crecía de golpe, como si me dieran un bofetón sin esperarlo.

Pedro Simón escribe poesía narrada porque lo que describe es poesía de verdad. Como el potaje después del colegio, ir al ultramarinos a comprar aceitunas o enseñar a escribir a una mujer sorda y cambiarle la vida.

Y que ella te la cambie.

Recomiendo el libro porque es de los que se hacen hueco, como las raíces de un árbol que han aprendido a ir hasta las entrañas de la tierra, en busca de un poco de humedad.
Ahora que lo he terminado, ese hueco es un pequeño vacío.

Pero me siento agradecida de haberme topado en su camino, porque algo dentro de mí ha crecido como un jazmín que ha sido cuidado con todo el amor del mundo.