Entonces, de pronto, Miquel sintió una infinita pena. Por todo. Pero especialmente por Lenin, el chorizo de toda la vida, el ratero de antes y de ahora, el inocente, el resultado de unas circunstancias, de un país inculto atrapado entre militares y curas, una tierra llena de diferencias y odios. Pena por un destino marcado y sin esperanzas. |