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Reseñar la segunda parte de una trilogía contando su trama es difícil sin hacer spoilers a la primera. Así que me limitaré a verter algunas de mis opiniones. Con Everwild me ha pasado que la opinión que tenía cuando acabé el libro ha ido mejorando con los días y cada vez me gusta más. En esta novela el autor progresa en el desarrollo del universo Everlost: cada vez entendemos más qué les ha pasado a sus protagonistas, que leyes rigen su universo, cuál es su relación con la realidad de los vivos. Y la sociedad de estos niños muertos-no muertos tiene sus propias intrigas políticas, villanos, alianzas, enfrentamientos… Desde el punto de vista del disfrute lector, sí puedo decir que me la bebí en dos tragos. No tanto porque la trama sea absorbente, la verdad, sino porque su lectura se hace fácil y amena. Dejé pasar unos meses entre la primera parte y esta segunda y creo que no voy a cometer el mismo error con la tercera. Es probable que lea la conclusión en cuanto pueda. |
(A la venta el 15 de enero de 2015)
Texto de Neal Shusterman y Eric Elfman
Un joven de catorce años llamado Nick, su hermano menor y su padre se mudan a la destartalada casa victoriana que acaban de heredar. Cuando Nick abre la puerta del desván, cae una tostadora que le pega en la cabeza. Ese será el comienzo de sus extrañas experiencias con los viejos trastos que encuentra en el desván.
Tras deshacerse de todos ellos en una venta que organiza a la puerta de su casa, Nick hace amistad con Mitch, Caitlin y Vincent, con quienes descubre que todos aquellos trastos tenían propiedades extraordinarias. Y aún más: Nick averigua que el desván es un extraño vórtice magnético que atrae toda clase de problemas. Es como si el desván mismo tuviera inteligencia... y una finalidad.
