El jardín de primavera

Ganadora del prestigioso premio Akutagawa en el año 2014, Tomoka Shibasaki nos brinda un pequeño (hasta el volumen lo es, no llega a 150 páginas) homenaje a la sencillez, a la cotidianeidad, a lo que pasa por nuestras vidas sin apenas darnos cuenta. Un ejercicio de simplicidad que invita a leer despacio, atentos a los cambios de estación que se suceden página tras página, ostensiblemente presentes en los cambios de las nubes, las yemas de los árboles, las flores de un ciruelo o la nieve que se acumula en los tejados. Una obra genuinamente japonesa que se disfruta más por lo que no dice, que por lo que dice.
Taro está divorciado, vive solo en uno de los pocos apartamentos ocupados de su edificio. Un edificio de por si curioso por la ausencia de números. En su lugar, la identificación corre a cargo de signos del zodiaco chino: jabalí, perro, mono, gallo, cabra... La Mujer Serpiente y la Mujer Dragón serán dos de las pocas personas con las que se relacione Taro en este anodino edificio de una gran ciudad como Tokio, pero que podía pertenecer a cualquier gran ciudad del mundo.
La novela comienza el día que Taro descubre a la Mujer Dragón encaramada a una terraza, contemplando una de las casas que hay justo en frente. Una casa celeste, antigua, que tiene una libélula roja sobre el marco de una de las ventanas. Con ella descubrirá la historia de esa casa, de sus antiguos ocupantes, su inclusión en un libro de fotografía cuyo título es, precisamente, El jardín de la primavera, y pasará a ser testigo de que la obsesión de Nishi (la Mujer Dragón) por esa casa viene de lejos. Ella le pide ayuda para entrar en la casa celeste, y así poder ver con sus propios ojos las baldosas color verde lima del baño para hacer unos magníficos dibujos (es ilustradora).
¿Simple, verdad? Pues si, una historia simple contada con detenimiento mientras suceden cosas: sucede la vida y todos los pequeños acontecimientos que esta conlleva. Son las vidas de otros, en realidad incluso las nuestras. Enhorabuena, una vez más, a Quaterni por elegir esta obra, y por la preciosa cubierta elegida.