Abre tu corazón. La vida es más corta de lo que piensas.
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Abre tu corazón. La vida es más corta de lo que piensas.
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La confianza es como una casa. La construyes ladrillo a ladrillo. Tal vez cada ladrillo parezca insignificante, pero cuando das un paso atrás después de un tiempo te das cuenta de que has progresado mucho.
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Odiaba ese apodo, aunque me lo había ganado por no negarme a nada de lo que me pedía la gente. Prueba A: asistir a mi propia fiesta de compromiso falsa en los Hamptons este fin de semana.
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Era guapo, inteligente, tan asquerosamente rico que no podría gastarse todo su dinero ni aunque quisiera, y con un pedigrí de Manhattan envidiable. Sobre el papel, parecía demasiado bueno para ser cierto. En la realidad, era tan malo que dolía respirar a su lado.
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El diablo no tuvo que arrastrarme al infierno. Yo había ido con él de buena gana. |
La verdad era que no podía permitirme ayudarlo más. Estaba empezando a no odiarlo y eso era un lujo que no podía permitirme porque Chase seguía siendo Chase. El hombre que me engañó. El hombre que se acostó con un sinfín de mujeres después de romper conmigo. El demonio de traje pulcro que utilizaba la sonrisa como arma. |
Me reí. La versión 2.0 de ella era considerablemente más divertida a pesar del dolor de cabeza constante que me provocaba. Dije lo que pensé que la irritaría más, porque ver cómo se sonrojaba era uno de mis pasatiempos preferidos.
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Por encima de todo, deseaba huir. Lejos, donde él no pudiera arrancarme el corazón con sus garras ponzoñosas. Tenía un secreto que no le había contado a nadie. Ni siquiera a Layla. A veces, por la noche, sentía las garras de Chase, afiladas como cuchillos, deslizarse por mi corazón. Aún no lo había superado. No de verdad. Ni siquiera pensaba que fuera amor, porque nada en la personalidad de Chase me gustaba especialmente. Estaba obsesionada. Consumida. Cautivada. El problema era que sabía que Ethan, el del misionero, cuidaría más mi corazón que Chase, el de la postura de vaquera invertida. |
Había sentido un poco de alivio al romper con Chase. Seis meses de relación y todavía me ponía nerviosa y me reprendía constantemente por decir algo incorrecto en su presencia. Cuando estaba cerca, mi voz era siempre aguda, y medía las palabras y lo que pensaba para tratar de ser la mujer con la que pensaba que Chase Black saldría. Sentía que jugaba en una liga tan superior a la mía que me concentraba en no cometer errores más que en llegar a conocerlo y pasarlo bien. Siempre me había sentido inferior. Menos atractiva, menos elegante, menos inteligente. Ahora, odiarlo era mucho más fácil que tratar de abrirme paso hasta su amargo corazón, como hacía cuando salíamos.
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La edad de la inocencia