Marianne había oído las ideas de Connie en otras ocasiones. ¿Cuántas veces se habían quedado en Weisslau hablando junto al fuego por la noche? Hitler era un loco y un matón, en eso estaban todos de acuerdo. […] Pero Connie ya había perdido la fe en la ley, cada vez más castrada bajo el poder de los nazis. |