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Leer a William Shakespeare es un verdadero deleite. Alimenta en nosotros el deseo de morbo con las tragedias que nos cuenta a través de sus personajes, uno va buscando tras bambalinas los artilugios de los que se vale para armar el tinglado de cada una de sus obras y lo que uno descubre es una profundidad tal en sus entramados que hasta vértigo nos causa tanta hondura. Precursor, igual que el ruso Fedor Dovstoieski de la literatura psicológica, las obras de William Shakespeare siempre serán una delicia. Luego, hay un fenómeno extraordinario cuando lleva uno ya como lector más de cinco de sus obras leídas. las acotaciones desaparecen de nuestro campo visual y entonces uno ve alzarse con vida propia a todos y cada uno de sus personajes. Y la experiencia lectora de obras de teatro se convierte en algo extraordinario. Siempre lo he dicho, el teatro, llevado a los grandes públicos siempre será una fuente poderosa de transformación social porque sublima y provoca la catársis de nuestra pasiones más profundas. Leer teatro es muy bueno, pero ir a presenciarlo no tiene precio.
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