Soy consciente de que en todos los puntos de control de la isla patria del recién ascendido Carlos III aparece mi foto como delincuente peligroso por los comentarios que dedico a su hijo pródigo. Total por tildar a Romeo y Julieta como el romance más bobo de la historia o a William Shakespeare como un gran arreglista de textos e incansable copión. No seré yo quien ponga en duda la calidad de los escritos que con gran acierto modificó el isleño, aunque como en casi todo, siempre hay excepciones. Timón de Atenas es una comedia trágica o una tragedia muy irónica no exenta de polémica. No tanto por su argumento sino por la estructura, y es que, esta obra de 5 actos, parece incompleta. Estos agujeros negros que nos encontraremos a lo largo del texto han sido motivo de teorías de lo más dispares: Fue escrita a dos manos. Fue un experimento. Al autor se le echó el tiempo encima y había que estrenar como fuera. En cualquier caso, lo cierto es que a pesar de que encontraremos continuamente que suceden cosas sin saber a quien, o que los acontecimientos se presenten de forma abrupta, vengan a cuento o no, la calidad literaria de Shakespeare es impagable. La acción se sitúa en la Grecia de Alcibíades y comienza con un empalagoso diálogo ente un pintor y un poeta que se halagan mutuamente arrancando alguna discreta sonrisa al lector. El anónimo poeta cuenta al pintor que está escribiendo una obra sobre el anfitrión a quien esperan que no es otro que Timón. El noble ateniense regala sin mesura a todos sus visitantes sus riquezas hasta que llega a la más absoluta ruina. Cuando envía a sus sirvientes a casa de los favorecidos para solicitar ayuda económica estos se la niegan arrastrando a nuestro protagonista a la misatropía. La gran virtud radica en los soberbios monólogos que el inglés pone en boca de diversos personajes siendo los de Apemantus (filósofo de lengua viperina y deliciosamente cínico) los más logrados a mi juicio. Sin embargo, la sensación de no saber si estamos ante la narración del poeta o ante los hechos que suceden paralelamente nos acompañan durante todo el relato. Es evidente que estamos ante una obra menor, escrita en la madurez del autor, pero no por ello carente de esa fuerza que imprimía a sus textos y personajes. Por muy copión o arreglista que le considere, William Shakespeare fue un genio, incluso en obras cuestionables como esta o la de los dos tontos del balcón. ¿ Vale la pena leerlo? Siempre. + Leer más |
A punto de cumplirse 10 años de la abdicación del rey emérito, las librerías se atiborran de libros sobre su auge y caída.
La vida del rey Juan Carlos sigue siendo una fuente inagotable de biografías, ensayos y análisis. ¿Por qué? La respuesta podría estar en las obras de William Shakespeare. Las hazañas y vilezas del rey emérito tienen los elementos de una tragedia shakesperiana, la fuerza de un drama isabelino que no nos cansamos de contar, de leer y de releer: un príncipe sin corona que sacrifica todo (incluido a su propio padre) para reinar y que, cegado por la codicia, termina perdiendo el trono y pasa sus últimos años de vida vagando por el desierto.
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