¡No verá nunca el sol de mañana! Mi señor, tu rostro es como un libro en que se puede leer cosas extrañas. Para engañar al mundo, tienes que ser como él: lleva la bienvenida en los ojos, las manos y la lengua; preséntate como flor de inocencia, pero sé la serpiente que hay debajo. Cuidemos del que viene. Y tú deja en mis manos el gran negocio de esta noche, que a todas nuestras noches y días venideros va a darnos el poder absoluto que ansiamos. |