“Aquí tengo una carta que le he escrito; y he aquí otra para la esposa de Page, que acaba de ponerme ahora mismo los ojos dulces y ha examinado minuciosamente y como persona experta cuanto puede haber en mí. Sus miradas, como rayos de oro, brillaban revisando ya mi pié, ya mi majestuoso talle.” Las alegres comadres de Windsor de William Shakespeare. Si metemos en una coctelera a dos maravillosas amigas casadas, a un arrogante que vive del cuento y a un marido celoso, tenemos esta comedia en cinco actos de William Shakespeare. Solo un punto en contra: superar el primer acto que es como un mono en una armería disparando para todos los lados y que aún no sé muy bien qué pinta ahí ni qué intención tenía el autor con ese primer acto. Vamos, que si lo quitan no me falta; más bien casi provoca que abandones la obra a la primera de cambio porque es un “¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?,¿a dónde vamos?”. Así que salvando este primer escollo, puedo decir que la obra me ha gustado y me ha parecido entretenida. Lo mejor, los personajes femeninos, ¿para qué nos vamos a engañar? Y como siempre los comentarios de mis compañeras de lectura que lograron avanzar más allá de ese oscuro comienzo de obra. ¿De qué va la obra? de un listo que cree que se puede vivir sin dar un palo al agua y con tal fin escribe una carta de amor a cada una de las amigas, ambas casadas. Cuando ellas descubren tales intenciones preparan su venganza pero las cosas no van saliendo como preveían por la intromisión de uno de los maridos al que le pueden los celos. al final, como en El sueño de una noche de verano, un toque de, llamésmole, realismo mágico. + Leer más |
A punto de cumplirse 10 años de la abdicación del rey emérito, las librerías se atiborran de libros sobre su auge y caída.
La vida del rey Juan Carlos sigue siendo una fuente inagotable de biografías, ensayos y análisis. ¿Por qué? La respuesta podría estar en las obras de William Shakespeare. Las hazañas y vilezas del rey emérito tienen los elementos de una tragedia shakesperiana, la fuerza de un drama isabelino que no nos cansamos de contar, de leer y de releer: un príncipe sin corona que sacrifica todo (incluido a su propio padre) para reinar y que, cegado por la codicia, termina perdiendo el trono y pasa sus últimos años de vida vagando por el desierto.
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