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Crítica de rafaperez


rafaperez
20 April 2023
Lo más sorprendente de esta tragedia en cinco actos es que César y su muerte son secundarios.
Causas en una obra donde la importancia se da a las consecuencias.
O, más bien son las conciencias de los personajes implicados en el asesinato, las verdaderas protagonistas.

Shakespeare se reconcilia con el hereje que llevo dentro por el camino más fácil.
Roma.

Sería un sacrilegio decir que con un nuevo enfoque ya que su Julio César tiene más años que cualquier tatarabuelo de los novelistas de hoy en día.
Mejor usar distinto.

Y justo ahí es donde está la gracia de esta magnífica obra, que ya por estas palabras, relaja el nivel de alerta en Inglaterra hacia mi persona, pues hoy no habrá látigo.

William respeta lo que por todos es conocido. Los presagios del adivino y su propia esposa. La entrada en el senado, la danza de las dagas y hasta el ¿tú también hijo mío?

Pero la delicia llega justo cuando transguede.
Quien da título desaparece y la obra crece a pasos agigantados.

En la psicología de los asesinos, encuentro a un autor enorme, que en las limitadas alas del diálogo abre un universo de voces atormentadas.

Bruto, Casio, Casca y sus secuaces, cada cual con sus motivaciones y sus conciencias.

No faltan a la cita ni Marco Antonio y su celebtado discurso sobre el cadáver de César ni Octavio sobrino y futuro sucesor.

Un texto soberbio plagado de conflictos internos, de difíciles equilibrios y de honores cuestionables donde lo divino queda eclipsado por lo humano.

Una licencia de un dramaturgo con el que no siempre comulgo y que me conquista poniendo al gran César a la sombra de la oratoria de Bruto y Marco Antonio.

¿Cómo es posible que este Shakespeare sea el mismo que el de Romeo y Julieta?

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