La sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsey

“La verdad es que en estos momentos estoy viviendo más en Guernsey que en Londres: finjo que estoy trabajando, pero en realidad estoy con el oído atento al sonido que hace el correo al caer en el buzón y, nada más captarlo, bajo corriendo la escalera, ansiosa por conocer el siguiente capítulo de la historia.”
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Recibir una carta tiene algo de mágico. Saber que las palabras han viajado, “preservadas”, a lo largo de cientos o miles de kilómetros con el objetivo exclusivo de llegar hasta ti es una experiencia realmente íntima. Quizá por ello esta novela me ha gustado tanto: por su estructura epistolar que me ha llevado a interiorizar más si cabe la emoción de abrir el sobre y hacer mías estas historias que, gracias a la tinta, la serendipia y el amor a los libros, se cruzan para brindarnos nostalgia y buenos sentimientos.

Según iba avanzando en la lectura, me iba dando cuenta de que esta obra se iba a convertir para mí en uno de esos escasos “libros refugio” que me abrazan y me llenan porque, a pesar de la dureza de muchos de los acontecimientos que se narran, sus personajes son tan enternecedores y la trama tan deliciosa que me quedaría a vivir dentro de él para despertarme para siempre junto a los acantilados de la isla de Guernsey, en un bucle infinito de veladas literarias y cenas tranquilas viendo crecer a la pequeña Kit.

A partir de ahora soy una más de los enamorados de este selecto club, porque como afirma Annie Barrows en el epílogo, “siempre que estemos dispuestos a dejarnos deleitar y a contárselo a otros [...], formaremos parte de la historia interminable de la Sociedad Literaria del Pastel de Piel de Patata de Guernsey.” Sí aún no lo habéis hecho, abrid su primera página y descubrid la calidez y el encanto de un libro, este sí, verdaderamente especial.