La vida es buena si no te rindes

El autor, conocido como Seth, en realidad se llama Gregory Gallant. Es un historietista canadiense que ha consagrado su vida a la ilustración: ha creado cómics, minitebeos, diseñado portadas de libros… En esta novela gráfica parece que nos cuenta una historia autobiográfica, pero no… todo es ficción.

Con ilustraciones sencillas, sin estar demasiado recargadas, y tan solo tres colores (blanco, negro y azul claro), Seth nos cuenta cómo se aficionó a las historietas de los periódicos. A través de su investigación sobre un ilustrador que firmaba con el nombre de Kalo, el autor nos hace acompañarle en el tema del que más le gusta hablar: las tiras cómicas. Como ya he dicho, todo es pura ficción, aunque utiliza todo su conocimiento sobre el tema para darle un realismo lo más creíble posible.

La novela tiene una gran cantidad de temas para reflexionar, como el paso del tiempo, en qué gastamos nuestra vida, qué es lo más importante para cada uno, la amistad o el amor. A través de una narración en primera persona, el Seth personaje nos da una valoración sobre cada tema. He leído pocos cómics que traten tantos temas profundos y dejen citas tan interesantes como este.

El autor en numerosas ocasiones menciona personajes de historietas o sus autores, dando por hecho que todos los conocemos. Quizá para un lector de toda la vida del New Yorker esos nombres le resulten familiares, pero lo que es a mí, una española que no ha leído en su vida ese ni otros periódicos estadounidenses ni canadienses, sinceramente no sé de quiénes habla. Es cierto que al final del libro, esta edición nos ofrece un glosario de personajes de historietas, pero aún así me he sentido igual de perdida en este sentido.

Además de estos personajes, lo único que no es ficción sobre esta novela gráfica es que Seth adora investigar sobre la obra de dibujantes antiguos. Lo demás, aunque parezca muy real, no lo es, y si el lector lo cree así es porque el autor ha jugado con él de una manera sublime. Tanto, que a mí personalmente todavía me cuesta creer que no hay verdad en esta historia.