Enfrentarse a la pérdida de los padres es un trance vital que enfrenta, sin importar la edad, al vacío, a la orfandad. En esta novela de Sergio Galarza encontramos un relato autobiográfico que recorre las distintas fases a las que se enfrenta un hijo cuando la enfermedad de su madre se manifiesta como una realidad trágica e ineludible. Galarza hace un recorrido por la historia compartida con su madre, por las raíces familiares, construyendo un verdadero homenaje, una elegía. Pero esta novela es mucho más. Es el reconocimiento a la humanidad de los padres, a sus defectos, a su historia personal e individual alejada de la crianza y, al mismo tiempo, es un ejercicio de sinceridad, un recorrido por la nostalgia y la culpabilidad de un hijo que sabe que no puede recuperar el tiempo ni recortar la distancia trazada en las últimas décadas. A lo largo de las cuatro partes que componen la novela, Sergio Galarza repasa cuatro momentos clave del proceso de duelo: los deseos irracionales y desesperados de que ocurra un milagro que evite la muerte de su madre; el recuerdo (honesto y sin edulcorar) de la vida familiar; el recorrido emocional por su último encuentro (a través de las anotaciones en la agenda de su madre) y la vuelta a Perú para el último adiós. En cierto sentido, nos encontramos ante una novela a dos voces: la del hijo y la de la madre, que se filtra no solo a través del recuerdo sino a través de los documentos escritos que dejó, como resultado de su vocación literaria. Esta novela emociona y duele a partes iguales. Pero, sobre todo, nos permite un diálogo íntimo con el autor y su experiencia. Porque quizá, por encima de cualquier otra cosa, esta es una historia sobre el crecimiento del protagonista, sobre su rumbo inevitable hacia el momento en que nos reconocemos verdaderamente mayores: el instante en que observamos la fragilidad de los padres, cuando las tornas parecen darse la vuelta y nos convertimos en seres temerosos de que llegue el momento en que nos quedemos solos ante el mundo. + Leer más |