Nadie muere en Wellington

Uno no puede escoger de quien se enamora. Simplemente, sucede; es incontrolable, como un chispazo. Pero sí puede escoger quedarse. Y quedarse significa ser valiente a pesar del miedo y atreverse a bucear en las profundidades del alma, donde habita lo más oscuro, pero también lo más hermoso del ser humano.

La vida no es ningún camino de rosas pero, de vez en cuando, nos obsequia con dulces bofetadas de música.

La oscuridad siempre se ilumina, la tristeza se mitiga y la esperanza vuelve a asomar.

Vivir es caminar por el filo de una navaja y, quizá por eso, las pieles menos heridas acaban siendo las más defectuosas.

Uno no puede escoger de quién se enamora. Pero sí puede escoger quedarse. Y quedarse significa ser valiente a pesar del miedo y atreverse a bucear en las profundidades del alma, donde habita lo más oscuro, pero también lo más hermoso del ser humano.

Me miró a los ojos y dijo muchas cosas sin necesitar palabras. Cosas que tenían que ver con el hombre que había sido antes de mí y con el que podría llegar a ser después de nosotros.

Los recuerdos prevalecen para guiarnos de la forma adecuada y recordarnos quiénes somos. Pero no olvides esto: nunca estarás sola porque familia significa inmortalidad.

—Tener miedo es muy humano.
—Si, pero no podemos dejar que nos paralice. De vez en cuando hay que lanzarse al vacío, David. Ahora lo sé. La vida es mejor cuando te quitas el disfraz y la disfrutas sin reservas.

—Sin embargo, los sueños son lo que nos mantiene vivos.
—Se equivoca, Emma. Lo que nos mantiene vivos son los recuerdos.

Para nosotros, la muerte no es un final, sino el inicio de un nuevo ciclo. Quizá por eso le tenemos respeto y no miedo. El pasado no concluye, sino que se entrelaza con el aquí y el ahora.