Entre tonos de gris

Nunca pensé que una novela tan absolutamente plana consiguiera convencerme.
Ruta Sepetys ha obrado el milagro.

Basada en vivencias reales, Entre tonos de gris es un grito al mundo para que no olviden, incluso algunos sepan por primera vez, que mientras los nazis exterminaban judíos, los rusos lo hacían con lituanos, estonios, finlandeses y cualquier otro que el hermano mayor Stalin considerara enemigo.

Las barbaries no son fascistas ni comunistas, a ver si este siglo somos capaces de aprender de una vez, que las ideas no matan, lo hacen los asesinos.

La autora, utiliza la serenidad y sencillez como forma de comunicación para todos los públicos, sin restar ni dramatismo ni crudeza.

El libro es duro. Se prescinde de giros y tramas elaboradas y sin embargo no echo nada en falta.
Dota a los oprimidos de mucha luz, capaces de encontrar un motivo para la esperanza aun en las condiciones más adversas, incluso el más pesimista de todos, tiene un ángel escondido en su rocosa alma polar.

No hay alardes literarios, ni arabescos, esa quizá sea la trampa.
La belleza radica en como afronta cada cual su continua supervivencia.

Encuentro un fallo, que quiero creer sea de traducción, 300 gramos de pan es una barra entera, no conozco hasta la fecha a nadie capaz de meterse eso en la boca.
Supongo que al trasladar las medidas quisieron decir 30.

A veces puede llevar a confusión recuerdos y presente, al saltar de uno a otro sin previo aviso, aun con esto, tampoco es que caigas en laberintos insalvables.
No los hay.

Libro muy necesario, por su accesibilidad y porque rompe con la memoria histórica selectiva, aquí no hay política.
Sepetys quita todo lo que estorba y el resto nos lo da bien trituradito, para que nadie se despiste con el frio siberiano.

Y mientras tanto en los institutos seguimos con Lázaros y Quijotes adaptados...

Normal que no se despeguen de las tablets...