La sociedad estadounidense se ve reflejada en numerosas novelas y relatos. Según leí en alguna parte, Hubert Selby Jr. (1928-2004) es uno de los máximos exponentes de la literatura norteamericana a través de sus obras. El canto de la nieve silenciosa (Hermida Editores, 2021, con traducción al castellano de José Luis Piquero) contiene quince relatos, casi todos ellos de una decena de páginas. Selby dibuja un retrato social de Estados Unidos a lo largo de las páginas de este conjunto de relatos, trazando con verosimilitud los rasgos de seres anclados a su rutina o su zona de confort. El autor de Réquiem por un sueño hace aquí un ejercicio literario donde aborda el absurdo y explora la psicología de unos personajes solitarios, desafortunados o que se sienten observados y juzgados. Algunos de estos personajes intentan cubrir la soledad que sienten con algo que creen excelso y real. Los relatos se deslizan como la seda. La naturalidad en los diálogos y la atracción de la narración compensa la confusión que pueden generar algunas escenas. Selby no escribe giros en las tramas, sino en los pensamientos, sentimientos e ideas de los personajes. Además, juega con el lector al repetir nombres de personajes (como Phil o, sobre todo, Harry) en diferentes relatos y también con la escritura, por ejemplo, en un relato donde no hay mayúsculas después de los puntos. Estos personajes que transitan por Estados Unidos están hastiados y sienten una soledad apabullante de la que, sin embargo, no se lamentan ni se martirizan por ello. El autor construye situaciones que podrían ser completamente reales, introduciendo escenas donde el azar o la fortuna juegan su papel. Aquejados de angustia existencial, los personajes no son exaltados idealistas ni sentimentales. Simplemente se consuelan de las desgracias de la vida con lo que pueden. Hay dos relatos donde los personajes se emborrachan para olvidar los problemas, pero la ebriedad les lleva a meterse en otros problemas. Son, sobre todo, hombres agotados, cansados de la podredumbre que les aporta la vida, con sus propias obsesiones y creencias, constreñidos por la idea que nos creamos de nosotros mismos y privados de morir sin el alivio que supone la muerte. Selby no solo explora las individualidades, marcadas algunas de ellas por una psicología dañada y delirante, sino también las relaciones personales y la amistad, que se expone como un sentimiento fuerte de lealtad y de pertenencia al grupo. También el amor, enfocado al sexo y que en relaciones de pareja hace aguas por todas partes. Hay personajes encerrados en celdas de cárcel o en hospitales psiquiátricos, en sí mismos y también metafóricamente. Encierros, agonía, desesperación. Rutinas percibidas de forma tan real por las descripciones del narrador que asustan. Se percibe una crítica a la televisión, a las masas (concretamente a las masas enfurecidas) y a la sociedad alienada y agotada. Trabajo, familia, ocio. Cuando alguien intenta conjugar alguna de estas tres cosas, una de ellas sale mal. La noche oscura del alma persigue a los personajes de Selby, quién sabe si también persiguió al propio escritor. El lector encuentra el misterio por la aflicción de alguno de ellos, la fragilidad de la vida y los sueños seguidos pero nunca alcanzados. Hay que mantener alejadas las tinieblas. Si no, la nieve silenciosa absorberá los pensamientos de muerte y no quedará ni frío ni silencio que nos consuele. + Leer más |