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No podría empezar esta reseña sino mencionando aquello que me ha parecido más llamativo del libro, que no es más ni menos que la composición del mismo. El prólogo de apenas dos páginas resume muy bien esta obra, un prólogo que en realidad es el desenlace, pues nos especifica que la historia de Rina Sato es narrada por todos aquellos que la conocen, por todos aquellos que la sobreviven. Cada una de sus intervenciones, (lo que sintió, pensó y vivió) se ven eclipsadas por aquellos que la rodean, por las intrigas y los temperamentos de gentes con más aplomo que ella: su padre, su marido, su hija…y hasta su amante. Resulta extraño como un personaje puede pasar de principal a secundario en su propia historia sin apenas darnos cuenta, tarea difícil que no todos los escritores hubiesen sabido hacer. ¡Ah!, y os preguntaréis quién es Rina Sato, claro. Personalmente la describiría como una mujer fuerte que se considera débil y cree serlo durante mucho tiempo. Una mujer atada a las obligaciones familiares y culturales, una persona que es infeliz porque no supo decir NO, no supo construir su propio camino….prefirió pasear por aquellos que ya fueron pavimentados por otros creyendo creer que el suyo era el que estaba mal. Rina nace en el seno de una buena familia japonesa, de valores tradicionales y altas expectativas. Cuando no las cumple, siente que es su deber congraciarse de nuevo con los suyos, que la única forma de obtener nuevamente su respeto es aparcar su estilo de vida bohemio y vivir de forma más conservadora. Así que cuando conoce a Sato, un abogado como su padre, hijo también de otra buena familia, cree dar en el clavo. Deja su trabajo y se vuelve ama de casa a tiempo completo, se casa, tiene una hija…lleva la vida de una estereotípica nipona, una existencia aburrida. Sato por la contra, está harto de su mujer y quiere el divorcio. Contrata a Keitaro, un terminador de relaciones. La finalidad es clara, que seduzca a su mujer para poder acusarla de adúltera y sacar ventaja en el proceso de separación. (Inciso: En Japón el adulterio está tipificado en su código penal, en España fue un delito perseguido hasta 1978, la ley se abolió porque se considera que ser infiel a tu marido o mujer es algo éticamente reprobable pero que no merecía una pena de prisión, que entraba en el ámbito privado y moral de las personas y los demás no debían juzgarlo.) Se inicia así un triángulo amoroso que se salda con la vida de Rina. Un relato de miserias humanas basada tristemente en una historia real. ¿Quién es su asesino? ¿Por qué lo hizo? Lo que queda de mi es tuyo es un libro con el que esperaba encontrarme sexo, acción y violencia, elementos recurrentes en un thriller, más cuando sabemos que la novela trata de amor y asesinato. Pero Stephanie Scott se empeña en llevar la contraria. Apenas hay acción y las escenas de cama se insinúan pero no se describen, la trama avanza con una tranquilidad que en ocasiones me resultó desesperante. Entiendo que es algo necesario para crear ese ambiente de monótona existencia japonesa, pero va más allá. Scott describe todo lo que rodea a los protagonistas de una forma sutil y única, propio del estilo oriental, donde pesan más los sentimientos, y en ocasiones los silencios sobre las palabras. No es lo que se dice sino lo que se calla, lo que uno guarda en el corazón. El libro es un punto intermedio entre una obra maestra y el desastre absoluto. Hay constantes cambios en el tiempo, saltando asiduamente entre el pasado y el presente, no por uno sino por varios personajes al mismo tiempo….no recuerdo una sola escena con la que me riera y hasta me costó empatizar con Rina. Mucha narrativa en contraste con los diálogos, ritmo sosegado frente a la intriga. Esta historia habrá a quien le chifle por lo distinta que es de otras de su género, habrá quienes no la soporten porque sus capítulos parecen no avanzar….A mí personalmente no me terminó de enganchar, pero aprendí mucho sobre jurisprudencia japonesa y varias de las frases me invitaron a reflexionar. |
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