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Crítica de Rosa44


Rosa44
23 January 2021
Schwob pasa por Cerdeña y desdeña el mar Mediterráneo por no tener claridad sus aguas. Pasa por Medina y Sicilia, Creta, Yibutí, Ceilán, Australia, Fijo, Samoa. Tormentas, mareos, y dificultades económicas forman parte del relato

En Yibutí no está permitido que la gente de color se siente en los cafés, pero Schwob asediado por una muchedumbre de lugareños los defiende sin resultados. Éstos ofrecen animales, piedras preciosas, plumas de animales y diversos objetos típicos del país. Sin embargo, ellos son golpeados por la policía. Schwob expone en sus cartas de viaje una clara conciencia acerca de las injusticias que padecen los nativos pobres en manos de su propios compatriotas. Denuncia abiertamente la hipocresía francesa que, por un lado, promulga los derechos del hombre, y, por el otro, los violenta y esclaviza.

Schwob deleita al lector con sus descripciones del cielo y del mar, con las tonalidades que ambos exhiben y la combinación de colores. En sus cartas siempre hay algunas referencias a los amaneceres, atardeceres. En Ceilán queda abrumado por la cantidad de etnias y castas. Es incesante el relato de la cantidad de gente que suplica por una limosna en cada ciudad; así como las muchedumbres de vendedores en cada ciudad que visita.

En Samoa tiene la oportunidad de pasar tiempo con los nativos de allí. Los hombres tienen tatuajes en el cuerpo y son guerreros. Come mucha fruta y frutos de mar. Se convierte en el centro de atención porque cuenta historias que los nativos disfrutan. de repente Schwob  se enferma de neumonía. La fiebre no cede y la intervención del capitán Crawshaw lo salva. Enfermo y sin dinero es ayudado por un médico. A pesar de su enfermedad, Schwob rememora positivamente  las danzas de las mujeres, los paisajes con los bananeros, cocoteros, los hibiscus.

La última impresión de su viaje se la dedica al mar (Mediterráneo), como no podía ser de otra manera: “La noche se abate bajo la amenaza del crepúsculo y estalla un concierto de luces en la rada; fanales verdes y rojos y azules y blancos, suspendidos de los mástiles, colgando de los cabos, balanceándose en las drizas y en las vetas de filástica, atadas en los peldaños de cuerda; y ante nosotros el Mediterráneo, amarillo y triste como el mar del Norte, agita grandes olas, cuya espuma pálida parece clarear la noche”.

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