Pueblo frente al mar

Desde mi casa, veo el mar.
Es así: casa, camino, lomar verde, mar.
Y luego, el pueblo que se extiende hacia acá y hacia allá.

Un niño despierta una clara mañana y mira el mar. Es un día de verano como tantos otros. Su vida es como la de cualquier niño. Juega con un amigo, ayuda a su madre, camina hasta la tienda del pueblo… Pero mientras las horas avanzan, sus pensamientos lo llevan una y otra vez hacia su padre que trabaja en las minas de carbón, allí mismo, bajo el mar.

La historia de Johanne Schwartz nos transporta a una realidad dura pero no tan lejana, representada por las minas de carbón de Cabo Bretón, en Canadá, en una historia enmarcada en los años 50. Una historia narrada con pocas palabras pero con una profunda carga emocional.

El protagonista, hijo y nieto de minero, vive sus últimos días de verano como niño, con la certeza y la melancolía de que su infancia toca a su fin. La mina no espera a nadie y pronto se cobrará su inocencia.

Pienso en los claros días de verano y en las oscuras galerías bajo el mar. Algún día será mi turno.

La historia sucede entre claroscuros, un contraste entre la luz del mar, del sol, y las tinieblas que se esconden dentro de la mina bajo el mar. Un trabajo orquestado por la hábil mano de Sydney Smith, cuyas ilustraciones dan vida a una historia pasada.

Las gruesas lineas en tonos oscuros y un hábil uso de las sombras crean sensación de movimiento. Dirigen nuestro pensamiento a los túneles, al carbón, a un sentimiento de claustrofobia y frustración, por un final que se antoja funesto.

Un homenaje a un colectivo de personas que dejaron sangre y sudor bajo el mar y cuyos nombres permanecen en el olvido.
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