Una venganza mortal

Todo final puede ser un nuevo comienzo, pero todo comienzo debía tener un final.

—Una promesa que no puedes cumplir no es más que otra mentira.

Mentir era una habilidad que se volvía más fácil con el hábito.

(...) era asombroso cómo uno podía acostumbrarse a cosas increíbles; con qué rapidez lo raro se volvía cotidiano, y lo extraordinario, normal.

(...) siempre había tenido la precaución de mantener cierta distancia. Si alguien se acercaba demasiado, podría descubrir las grietas en su fachada, el esfuerzo sutil pero constante de la simulación. Era mejor ser amigable sin llegar a ser amigo.

(…) no necesitaba café, como tampoco necesitaba comer ni dormir, pero algunos hábitos eran psicológicos. La taza humeante era un mínimo cambio en un mundo estático. Una concesión, una pieza de utilería, pero le permitía simular, incluso durante un momento, que seguía siendo humano.

Una promesa que no puedes cumplir no es más que otra mentira.

Tal vez ella si era de cristal. Pero el cristal es frágil sólo hasta que se rompe. Entonces, es afilado.

La conversación trivial era una forma de arte, una de esas cosas que hacen brillar los ojos de la gente. Si uno se quedaba callado, empezaban a preguntarse por qué. Pero si uno seguía hablando de nada en particular, ni siquiera parpadeaban.

Ella lo miró a los ojos. Aquellos ojos que, después de todo, aún significaban para ella su familia, la seguridad, su hogar.