Una obsesión perversa

𝙋𝙚𝙧𝙙𝙚𝙧𝙨𝙚, 𝙧𝙚𝙣𝙙𝙞𝙧𝙨𝙚, 𝙘𝙚𝙙𝙚𝙧. 𝘼𝙡 𝙛𝙞𝙣𝙖𝙡 𝙨𝙚𝙧í𝙖 𝙢𝙚𝙟𝙤𝙧 𝙧𝙚𝙣𝙙𝙞𝙧𝙨𝙚 𝙖𝙣𝙩𝙚𝙨 𝙙𝙚 𝙚𝙢𝙥𝙚𝙯𝙖𝙧. 𝙋𝙚𝙧𝙙𝙚𝙧𝙨𝙚. 𝙎𝙞 𝙩𝙚 𝙥𝙞𝙚𝙧𝙙𝙚𝙨 𝙚𝙣𝙩𝙤𝙣𝙘𝙚𝙨 𝙣𝙤 𝙩𝙚 𝙞𝙢𝙥𝙤𝙧𝙩𝙖𝙧á 𝙨𝙞 𝙣𝙪𝙣𝙘𝙖 𝙩𝙚 𝙚𝙣𝙘𝙪𝙚𝙣𝙩𝙧𝙖𝙣.

Cuando nadie te entiende, suele ser un buen indicio de que estás equivocado.

Los momentos que definen una vida no siempre son evidentes. No siempre tienen escrito PRECIPICIO, y nueve de cada diez veces no hay ninguna cuerda que nos obligue a agacharnos para pasar, ninguna línea que cruzar, ningún pacto de sangre, ninguna carta oficial redactada en papel elegante. No siempre son extensos, cargados de significado.

Muchos seres humanos eran monstruosos, y muchos monstruos sabían jugar a ser humanos

Había personas a las que era mejor no acercarse, personas que envenenaban todo lo que estaba a su alcance. Había personas con las que uno quería quedarse, capaces de persuadir a cualquiera y de resolver cualquier cosa. Y luego estaban aquellos con quienes convenía quedarse a su lado, porque eso significaba no estorbarles el camino.

(…)y ansiaba encontrar su silencio, su paz, su zen personal, en la lenta anulación de las palabras de otro.

—Y cuando te preguntas por algo —prosiguió Eli—, ¿no significa que una parte de ti quiere creer en eso? Yo creo que, en la vida, queremos demostrar las cosas, más de lo que queremos refutarlas. Queremos creer.

-Y cuando te preguntas por algo -prosiguió Eli-, ¿no significa que una parte de ti quiere creer en eso? Yo creo que, en la vida, queremos demostrar las cosas, más de lo que queremos refutarlas. Queremos creer.

Muchos seres humanos eran monstruos, y muchos monstruos sabían jugar a ser humanos.

-Podríamos terminar muertos -le recordó Eli.
-Es un riesgo que todos asumimos al estar vivos.