—Algunas cosas se saben sin que se digan
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—Algunas cosas se saben sin que se digan
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August nunca había tenido miedo de morir, a pesar de todo lo que pensaba en ello. Desde luego, le molestaba la idea de deshacerse, pero su propia muerte era un concepto que no llegaba a entender, por mucho que lo intentara. Pero la pérdida...eso sí lo asustaba. La pérdida de sus seres queridos. La pérdida de sí mismo. La ausencia que dejaban ambas pérdidas |
No quería mentirte, pero a veces es mucho más fácil que decir la verdad. Más corto. Solo quería empezar de nuevo. ¿Alguna vez hiciste eso? Es liberador, al principio, como quitarse un abrigo pesado. Después sientes frio, y te das cuenta de que la vida no es un abrigo. Es tu piel. Es algo que no puedes quitarte sin perderte a la vez. |
—Mientes. —No puedo mentir. —Te equivocas —dijo Kate, y le dio la espalda—. Hay una clase de mentira que hasta tú puedes decir. ¿Sabes cuál es? —Lo miró a los ojos en las puertas de acero—. La que te dices a ti mismo. |
No vengas a juzgarme, Kate. Tú te fuiste. Escapaste, y yo me quedé a pelear por esta ciudad, por estas personas. Si no te gusta quien soy ahora, lo siento, pero hice lo que tenía que hacer. Me convertí en lo que este mundo necesitaba que fuera.
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Huir era una costumbre como cualquier otra. Con la práctica, se volvía más fácil. |
La necesidad de retirarse le subió como bilis por la garganta, compitiendo con la necesidad de hablar, de asegurarles que no había motivos para que tuvieran miedo, que él no estaba allí para hacerles daño. Pero los monstruos no podían mentir. |
toda la ciudad una caja de fósforos en espera de alguien que los encienda. |
En la mente de Kate, August Flynn dejaba de pelear, por ella. Se hundía en la oscuridad, por ella. Sacrificaba una parte de sí mismo, su humanidad, su luz, su alma, por ella.
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Había dos clases de monstruos: los que acechaban en las calles y los que vivían en la cabeza de uno. Kate podía combatir a los primeros, pero los otros eran más peligrosos. Siempre, pero siempre, iban un paso por delante.
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La guerra del fin...