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Addie LaRue nace a inicios del s. XVIII en el seno de una familia humilde y conservadora en Villon, un pueblecito francés. Su padre trabaja en el taller de casa esculpiendo madera y cada semana acude al mercado de París para vender sus piezas. Las niñas de su edad se centran en estar junto a sus madres para aprender a llevar las labores del hogar, casarse y ser fieles a un hombre, y criar a sus hijos. Pero a Addie le encanta acompañar a su padre, le gusta viajar, pintar, sueña con conocer mundo, ser libre. Admira a Estele, una anciana que vive sola, amiga de los árboles, de las aguas del Sarthe y de los dioses antiguos, a los que conoce muy bien y hace ofrendas para cumplir deseos. Sabe que le queda poco tiempo y a menudo acompaña a la mujer para que le comparta su sabiduría. A sus 23 años, aparece Roger, un hombre viudo con un par de hijos a los que cuidar. Lleva tiempo lanzando sus cuadernos de dibujo y carboncillos, sus vienes más queridos, al río. En cambio, no recibe respuestas. El día de la boda, escapa, el ambiente es diferente, pero nadie acude a sus ruegos. La noche se aproxima, huye a la profundidad del bosque, entierra sus manos en la tierra y comienza a rezar repetidamente, cada vez más fuerte, hasta que la oscuridad la envuelve y el anillo que le ha tallado su padre, desaparece de entre sus dedos. Una vida eterna por la entrega de su alma. Y pasarán 300 años y nadie la recordará, aunque se hayan tomado un café juntos tres minutos antes. No tiene pertenencias, ni arrugas ni enfermedades. Y la soledad será su leal compañera, una consecuencia a pagar por el trato que realizó. Y sólo le quedan las ideas porque, ¿qué es una persona, si no las marcas que deja a su paso? La pluma de la autora es de pura delicada. La propuesta que presenta en el libro me parece trascendental y el personaje de Addie me encanta: su rebeldía antipatriarcal, sus ganas de querer disfrutar de la vida, de poder tomar sus propias decisiones, y su ímpetu por querer romper con las normas e imposiciones de la tradición. Una búsqueda por el amor auténtico y correspondido. Me he sentido muy identificada con la protagonista. Cuando se nada a contracorriente, te encuentras con un abismo y soledad tremendos. Me parece un mensaje duro y muy real, Victoria trasmite este pesar. La idea es fabulosa. Cómo visibiliza también el tema de la bisexualidad y su descripción y forma de denominar la depresión se agradece. Es un libro bien organizado, con saltos entre pasado y presente, narrando en tercera persona la vida de Addie LaRue. Aunque el principio del libro me cautivó, sin embargo, al avanzar la historia, todo se fue desmoronando ya que la mayor parte de los capítulos se fueron convirtiendo en repetitivos, no me descubrían ni me aportaban datos de/a la trama, eran de un relleno que ni fú ni fa. El resto de personajes podían haber dado mucho juego, su perfil prometía, pero estaban vacíos, sosos. Un demonio para mí es fuego y oscuridad, y en este caso no me ha hecho arder. Había momentos en los que parecía que la emoción y la tensión iban a aproximarse, pero se desvanecían rápidamente. Debo reconocer que me he reído con personajes como Bea y Robbie, por lo absurdo que llega a parecer todo. El primer encuentro con Henry y algunos de sus días juntos, como la tarde en el Artefacto y en la Galería de los Susurros, llenan de ilusión. Apartando todo esto, hay páginas y lugares muy desaprovechados, lo que hace que la historia se haga interminable y pueda aburrir al lector. En mi opinión, el hype y la publicidad me habían creado otras expectativas. Creo que no es un libro de fácil lectura, tiene frases muy reflexivas, no todo el mundo sabe bailar en la melancolía y en la sombra. Asimismo, siempre voy a recordarte, Addie LaRue, porque yo también soy una luchadora. |
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