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Crítica de laurass89


laurass89
29 September 2018
EL LÍMITE DE LA CULPA. RELEYENDO EL LECTOR DE BERNHARD SCHLINK

Han pasado muchos años de mis peores elecciones vitales. Cuando elegimos pensamos en el presente, quizá en un futuro no más allá de cinco o diez años. En mi caso, han pasado siete y todavía me come la culpa por algunas de mis decisiones. Estas malas elecciones, que en principio no tienen más transcendencia que para el individuo, se potencian si las hace una nación en su conjunto. En este sentido, en una ecuación matemática que me supongo, se deduce que la culpabilidad habrá de prolongarse más en el tiempo, pero ¿hasta cuándo?

Esta es la cuestión que sobrecoge a nuestro autor, Berhard Shlink, en su obra El lector. Juzgada y basado su atractivo en la relación de una mujer adulta con un adolescente, la novela oculta más. Schlink, profesor de leyes y juez alemán, a través de la figura de Michael Berg, nos ofrece una reflexión sobre la actuación de las generaciones siguientes a propósito del holocausto nazi. La culpa, el arrepentimiento y el desconocimiento gobiernan la novela que quiere ir más allá de la pura lógica judicial, planteando de manera objetiva la participación de ambas partes. No lo limita a un simple y moralista «culpables», sino que supone una exploración sin dolor del porqué de los hechos y las circunstancias.

¿Cómo podemos contarlo?

Por ello, considero que el tema es lo suficientemente contundente como para dejaros por primera vez una verdadera sinopsis. Aunque parece que hay spoilers, de verdad, no hay. Los spoilers de la novela serían otra cosa, indagad.

Alemania, pasada ya la Segunda Guerra Mundial, un chico de 15 años enferma de camino a casa desde el colegio y es socorrido por una mujer desconocida que lo acompaña a casa. Cuando se recupera Michael acude de nuevo a casa de Hanna para agradecerle el gesto y es en ese momento cuando empieza la relación sentimental entre ambos, hasta que Hanna desaparece.
Pasado el tiempo, cuando Michael está a punto de terminar su carrera como abogado, se matricula en un seminario sobre Auschwitz gracias al cual acude como público al juicio a unas guardianas de los campos de trabajo. En él vuelve a ver a Hanna, una de las acusadas, una de las guardianas. Durante el desarrollo del juicio Hanna confiesa sus actos, aunque poco a poco empezamos a ver ciertas incoherencias entre la acusación, los testimonios de Hanna y los del resto de las acusadas. En este momento el juicio tiene un parón y Michael aprovecha para acudir a un campo de trabajo, el de Struthof, buscando comprender y poder condenar el crimen de Hanna. Acabado el juicio, Michael continuará con su vida.
Dieciocho años después, Hanna se suicida en la cárcel un día antes de su puesta en libertad. En la carta de despedida Hanna pide que Michael entregue su dinero a una de las supervivientes. Así, Michael viaja a Estados Unidos para reunirse con ella. La superviviente no concede el perdón a Hanna, pero permite que el dinero se entregue en nombre de la mujer a una asociación judía contra el analfabetismo
Como podemos ver la posibilidad de tratar la culpa parte de dos pilares: el amor y la educación. El amor es la primera relación culpable de Michael y la última de Hanna, la educación es la excusa para que todo esto suceda. Para que comprendamos al otro.

La historia en sí misma es una novela de formación. En ella se nos permite ver la evolución del protagonista, Michael, desde su adolescencia hasta su madurez tardía. En todo ese proceso, podemos ver a través de los sentimientos que aloja en sí Michael, no solo por Hanna, sino también por sus compañeros y por su pueblo, lo difícil que es culpar a alguien que queremos y peor, que somos. Michael no deja de ser un muchacho alemán que ha sido criado por quienes callaron en su momento, los que fingieron no ver. En ese sentido, la parte del juicio es la más reveladora, puesto que alguno de sus compañeros critican abiertamente la actuación de sus padres, libres de culpa ellos supuestamente. Pero es que somos nosotros los que juzgamos, ¿no? ¿Nosotros hemos de perdonar?

Sinceridad como modelo narrativo

Aunque no sabría cómo llamarlo, si sinceridad o ingenuidad, sin duda este es el gran punto que a día de hoy hace que vuelva al libro y lo repiense. Lo fundamental de esta novela es que nos permite, de una manera real, que juzguemos por nosotros mismos.

Increíblemente Schlink lo consigue desde el principio de la novela de una manera muy sencilla: cede su voz al protagonista. Aunque puede parecer que el recurso es fácil, son muchos los escritores que dando voz a sus personajes no pueden dejar de traslucirse en ellos (por poner un ejemplo, Naomi Alderman). Sin embargo, la narración de Michael Berg sobre la culpa permite que el lector entre libre de prejuicios en la cuestión y se adentre con la misma ingenuidad que gobierna al protagonista.

Poco a poco el protagonista, a través de su relación afectiva, va asumiendo lo que es la culpa, lo que es no prever las consecuencias, lo que es conocerlas y aceptarlas aún con esas. Desde ese primer acercamiento no agresivo, lento y bien expuesto, y enmarcado en la inexperiencia de la juventud, pasamos a una culpa más compleja. La culpa de Hanna

Con ella, la culpa no se justifica, como podríamos pensar en un principio. No se maquilla en ningún momento el acontecimiento tratado, el holocausto. de hecho, lo que hace que podamos acercarnos a esa perspectiva de la culpa, la simpleza de Hanna Schmidt, refleja aún mejor y quizá con más crudeza lo sucedido en los campos de trabajo, ella no se sentía culpable en ese momento.

Y las perspectivas no terminan, tenemos también testimonio de las víctimas que ofrece su visión del no perdón. No se puede perdonar de ninguna manera lo que ha sucedido. Con esto y con el final del libro, en el que el autor no emite juicio alguno en boca de Michael, se permite que el lector sopese todo lo que se ha desarrollado y se plantee qué haría en su lugar. ¿Perdonaríamos la culpa que recae sobre nuestros padres? ¿Somos los indicados para perdonar? ¿Seguimos siendo nosotros culpables?

La culpa en los personajes

Esta sinceridad de la que he hablado más arriba no implica que los personajes sean simples o no tengan responsabilidades. Ambos hacen mal, como veremos a continuación, y esa culpa individual se aúna a la culpa y castigo que el pueblo alemán ha soportado.

Narrada en pasado a modo de memorias, el narrador-protagonista, Michael Berg, realiza un flashback desde el presente. Así consigue el narrador, adulto y con su vida hecha, que conozcamos a su yo del pasado, un muchacho ingenuo, curioso y feliz con su relación con Hanna, aunque también incómodo e inexperto. Poco a poco este muchacho limpio comenzará a sufrir las consecuencias, ya que evoluciona a un hombre incapaz de mantener una relación con una mujer. de esta manera el personaje justifica su propia caracterización psicológica, es un hombre que evolucionó al margen de lo social. Porque todo esto conlleva para él una desgracia: ¿cuánto tiempo podemos culpar a alguien?, ¿cuánto tiempo podemos o debemos sentirnos culpables?

Frente a él encontraremos a Hanna, una mujer adulta que ronda la treintena y que parece no tener pasado. Su relación con Michael supone una segunda oportunidad, aunque esto no lo sabremos hasta casi el final de la obra, por lo que su evolución se efectúa de manera abrupta durante el juicio y su estancia en la cárcel. En esos momentos, cuando descubrimos el pasado de Hanna, entendemos su comportamiento con Michael. Lo que resulta de esta revelación de culpas es que la carga de Hanna es otra completamente diferente, más compleja. Y Michael cae abatido por ello. Ya no puede culparla, ha quedado solo él con su culpa. Y parece que nosotros la libramos de la culpa también.

Sin embargo, el autor no deja de explicarnos que esto no es cosa de individuos. Michael acarrea la culpa de su juventud y Hanna la inexperiencia en los campos de trabajo, pero en la novela hay asuntos mayores. Así encontramos que los personajes corales, es decir, el resto de acusadas y el aparato jurídico, cumplen la misión de reflejar las justificaciones del pueblo alemán sobre el holocausto y las acusaciones sobre el holocausto, respectivamente.

No es para tanto

Reconozco que la obra no es para tanto. La lees un par de veces y ya has explorado todo lo que te puede dar.
A nivel técnico, en los pasajes narrativos el ritmo es ágil y fluido, pero hay algunos pasajes que no aportan contenido a la trama o aportan poco para el gran desarrollo que se contempla (sobre todo teniendo en cuenta que lo que aportan es deducible). Los pasajes oníricos y los monólogos interiores son reveladores, la verdad, pero frenan muchísimo el hilo de la novela y nos dejan en una reflexión suspendida.

Por otro lado, en la obra se relatan una serie de crímenes nazis los cuales, según algunos críticos, están muy atenuados por lo que el autor caería en falsificación histórica. Ahora bien, debemos reconocer que nada de lo que cuenta es falso y que la intención de la obra no es explicar cómo era la vida en los campos sino las consecuencias a posteriori en las siguientes generaciones, explicar qué posibles circunstancias pueden llevar a una persona que no es inherentemente malvada a ejecutar esos crímenes y, por último, cuestionarse las ideas de culpa y perdón.

Finalmente, cabe reconocer que la libertad que nos ofrece para reflexionar sobre la culpa podría conllevar como punto negativo que el protagonista parezca quedar a la deriva una vez que la causa de esa culpa, Hanna, desaparece. Sin embargo, y como esto va de culpas creo que este punto negativo de lo mejor de la novela es culpa nuestra. El límite de la culpa es que no hay límite, que lo determinamos nosotros. Y aún somos unos niños que tienen miedo a no sentirse culpables.
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