TimeRiders: Tiempo de dinosaurios

En el primer libro de esta saga vimos cómo se reclutaban a tres jóvenes, en el momento justo de su muerte, para formar parte de los vigilantes del tiempo. Tres jóvenes de épocas distintas (el pasado, el presente y el futuro) con una misión: vigilar y reparar las líneas temporales que se modificaban debido a los viajes en el tiempo.

En este segundo libro, continúan las aventuras de Liam, Maddy y Sal, solo que ahora están solos, ya no cuentan con la ayuda diaria de Foster, el agente que los reclutó. Tienen que aprender a desenvolverse por sí mismos.

Si en el primero veíamos cómo un cambio en la historia podía llevar a un futuro muy distinto, o mejor o peor, pero diferente, y nos hacía cuestionarnos la moralidad de ello, ahora deben impedir la muerte de un chico que provocaría unos cambios demasiado drásticos en el futuro ya que está relacionado con la invención de la tecnología para viajar en el tiempo.

Así Liam y la nueva unidad de apoyo, Becks, viajan al futuro (os recuerdo que su base de operaciones está establecida en un bucle temporal de dos días: el 10 y el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York) para impedir el asesinato de ese chico. Pero hay un desafortunado accidente que los lleva mucho más lejos de lo que pensaban que se podía viajar: a la era de los dinosaurios, 65 millones de años atrás.

Mientras en la base, Maddy y Sal intentan contactar con Liam para recuperarlo, éste se enfrenta a un mundo primitivo, poblado por criaturas peligrosas y desconocidas y con un grupo de escolares a los que proteger. Añadiendo a todo ello el peligro constante de que cualquier diminuto cambio en el pasado podría modificar el futuro de forma catastrófica.

El dilema está servido, Liam tiene que decidir entre sobrevivir y crear la posibilidad de modificar el mundo tal y como lo conocemos, porque eso le daría la oportunidad de hacer llegar un mensaje al futuro que pudiera salvarlos y llevarlos de nuevo a casa o simplemente dejarse morir allí.

Durante toda la aventura surgirán esas dudas sobre qué es mejor, qué podría pasar, qué está ocurriendo a su alrededor que aun no han visto. Como en el libro anterior vemos a un Liam crecerse ante las dificultades, imponerse como líder y hacer lo posible por que todos puedan volver de nuevo a su tiempo. Es el personaje que más se desarrolla en el libro.

Mientras, en la base, Maddy debe enfrentar sus propios demonios. No se siente capacitada para ser la jefa del equipo, y el secreto que le confió Foster antes de abandonar la base le pesa muchísimo. Necesita volver a ponerse en contacto con él.

También conoceremos al agente Cartwright, que lleva más de cuarenta años esperando la llegada de una fecha en concreto para poder descubrir si existen o no los viajes en el tiempo y resolver de una vez por todas el misterioso mensaje que custodia desde hace tanto tiempo.

Realmente es un libro que deja sin aliento. Los acontecimientos se suceden sin parar, el peligro está en todas partes, no puedes parar de leer el libro. Esto sí que es un pageturner de los de verdad. A pesar de sus más de 500 páginas no te darás ni cuenta cuando llegues al final.

Y a pesar de que todo os suene un poco a Parque Jurásico, os aseguro que no tiene nada que ver con él, la aventura cretácica de nuestros protagonistas es mucho más dura y desde luego con consecuencias muchísimo más peligrosas para toda la humanidad. Sí, sería una fantástica película de aventuras, estoy segura.

Si os gustan los libros de aventuras, con muchísima acción y aventuras y con un argumento sólido que se sostiene perfectamente sin llegar a excentricidades, os aconsejo este libro y el anterior, claro. Creo que debería tener mucho más éxito del que parece tener ya que es un libro perfecto para enganchar a la lectura a aquellos jóvenes que se sientan un poco reacios a ponerse con un libro extenso. Con este ni notarán su tamaño. ¡Dadle una oportunidad sin mirar cuántos libros hay en la saga porque merece mucho la pena!
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