—Un muñeco vudú —dijo Dahl, espabilando a un asustado Kerensky—. Eso es lo que usted cree. —Bueno, no, no literalmente —dijo Kerensky—. Porque eso sería una tontería, ¿no? Aunque da esa impresión. Siento que siempre que el capitán y Q’eeng afrontan una misión de desembarco que saben que va a torcerse, se dicen: «Eh, Kerensky, ésta es la misión perfecta para usted», y entonces voy y... no sé, me perforan el bazo o algo. La mitad de las veces es algo tan absurdo que ni siquiera tengo la menor idea de lo que pasa. Soy astronavegante, tío. Un astronavegante de narices. Yo sólo quiero... astronavegar. ¿Vale? |