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Una persona que tiene una estancia en su casa a la que denomina «la habitación acogedora», que toma el canto de una oropéndola en el árbol de la entrada como una señal de que ésa es la casa, que vincula ciertas flores a ciertos amigos y recuerdos, ... una persona así hace que la amargura vuele y la vida se torne amable y un paseo imperfecto pero delicioso del que disfrutar. La he adorado de principio a fin. A May Sarton y a su historia. Especialmente porque es algo más que una narradora magnífica con algo bonito que contar. Porque llega un momento en que la estampa bucólica de poeta que compra una casa en un entorno de cuento para plantar rosales y escribir se despliega del todo y es cuando descubro que hay más que eso, que hay profundidad, hay verdad, que hasta en el paraíso hay zonas oscuras y que duelen y ella no las oculta ni las maquilla sino que las muestra también, vulnerable y sincera, y esa honestidad termina de conquistarme definitiva y totalmente. Yo me quedo con eso. Con el capítulo en el que habla de la muerte. Con todo lo positivo que le encuentra a envejecer. Con las páginas en las que cuenta lo que realmente significan las flores para ella. Con sus reflexiones sobre el éxito, las pretensiones de reconocimiento y el vivir en paz haciendo lo que amas aunque el mundo no te aplauda a cada paso. Con la filosofía de vida que envuelve toda la historia y que quiero hacer mía. Abrazo fuerte este libro y no lo suelto. Se queda entre mis favoritos para siempre. ▫️ «Creo que soy más poeta de lo que lo era antes de conocerlo, si ser poeta significa dejar que la vida fluya a través de uno en lugar de forzarte a moldear la voluntad; si significa aprender a dejar que el día se acople al trabajo, no que el trabajo se acople al día, y así vivir la esencia como el pájaro o la flor». . |
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