"Normalmente" los grandes novelistas no son buenos cuentistas. Creo que esto también lo dijo Graham Greene. O así me ha pasado con mis novelistas favoritos. Los cuentos de Vargas Llosa, Murakami o Rosa Montero no me despiertan mucho entusiasmo. Pensé que con Saramago pasaría lo mismo, pero no fue así. Tiene casi todo lo que nos gusta de sus novelas, dosificado. El "palabreo" curioso (no sé como llamarlo) se encuentra en su cuento "Silla", las situaciones inverosímiles que afectan una ciudad entera los tenemos en "Embargo" y "Cosas", el romance imposible y una delicada poética en "Centauro". A Saramago hay que leerlo, siempre. Nos hace mejores.
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