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ISBN : 8494987992
984 páginas
Editorial: CAPITAN SWING S.L (18/02/2019)

Calificación promedio : 5/5 (sobre 2 calificaciones)
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Críticas, Reseñas y Opiniones (1) Añadir una crítica
Guille63
 18 April 2023
“… los primeros movimientos no son en manos de los hombres” (Don Quijote de la Mancha)

Lo que “Compórtate” viene a decirnos es que ni los primeros ni, en gran medida (o en toda medida), el resto de movimientos de nuestro comportamiento “son en manos de los hombres”. Somos máquinas biológicas, con todo lo que ello implica acerca de la responsabilidad de los actos (hay un capítulo fascinante sobre la responsabilidad, el mito del libre albedrío, la justicia y el sistema penal). Pero esto no significa que podamos predecir el comportamiento de un individuo, el carácter multifactorial de la biología del comportamiento, con factores que posiblemente todavía ni conozcamos, hace que esa posibilidad esté todavía muy lejana, aunque no sea descartable en un futuro.

Lo primero que hay que decir es que Sapolsky es un neurobiólogo que escribe sobre ciencia. “Compórtate” no es un libro de especulación filosófica, las conclusiones a las que se llega se basan en resultados experimentales que son rebatidos o replicados por otros científicos que son nuevamente rebatidos o replicados en un continuo refinamiento y robustecimiento de las conclusiones (la bibliografía aportada es abrumadora). de hecho, una de las partes más atractivas, entre las muchas que tiene el libro, es todo lo que hace referencia al ingenio superlativo que muestran los científicos a la hora de plantear los experimentos, lo que es especialmente admirable cuando se trata de animales o bebés, cuyos resultados adquieren una importancia capital cuando se trata de determinar y diferenciar entre causas biológicas y ambientales.

A la hora de estudiar el comportamiento, sea el humano o el de cualquier otra especie, hay que partir de la idea de que todo acto tiene un porqué (“Nada surge de la nada”). En realidad, siempre hay varios porqués. Toda la información que le llega al cerebro, externa, a través de los sentidos, o interna, influye en nuestro comportamiento. Hay causas que van desde un segundo antes de realizar el acto hasta las que vienen determinadas por la evolución de la especie. En medio está todo lo que ocurrió minutos o horas o días o años antes, incluyendo los meses vividos en el útero materno, y sin olvidar la cultura en la que el individuo vive inmerso, su nivel socioeconómico, su ambiente social… Y para complicarlo aún más, todos estos niveles están relacionados entre sí, actúan y evolucionan conjuntamente.

“… está el cerebro —neuronas, sinapsis, neurotransmisores, receptores, factores de trascripción específicos del cerebro, efectos epigenéticos, transposiciones génicas durante la neurogénesis—. Los diversos aspectos de la función cerebral pueden verse influidos por el ambiente prenatal de uno, los genes y las hormonas, si sus progenitores eran autoritarios o si su cultura era igualitaria, si en su infancia fueron testigos de actos violentos…”

Estamos programados para reaccionar de una determinada manera. Nuestra estructura cerebral y sistema dopaminérgico, en estrecha conexión con el ambiente, nos predispone (esto es muy importante) a actuar en uno u otro sentido, lo cual puede ser amplificado o mitigado por otros muchos factores.

Unos segundos antes de la acción nos pueden influir señales subliminales acerca de la raza del individuo que tenemos en frente, su género, su estatus social, su belleza o falta de ella (“Desde una edad muy temprana, en ambos sexos y en todas las culturas, se presupone que la gente atractiva es más lista, más amable y más honesta”), señales auditivas u olfativas (“si una persona se sienta en una habitación en la que hay basura maloliente, se vuelve más conservadora en temas sociales”), el estado físico del propio individuo, si está hambriento o le duele algo, o el sitio físico en el que se encuentra (si vemos basura en la calle estamos más predispuestos a arrojar basura, por el mero hecho de ver dos ojos pintados en la pared nos comportamos mejor). Todos estos factores no inciden de la misma forma en todas las personas, el mismo cerebro puede alterar la sensibilidad a esos factores, por lo que todas las conclusiones que se obtienen de los experimentos se expresan en términos de promedios y a veces es incluso más interesante analizar los casos alejados del promedio.

Una parte importante del libro trata sobre el efecto que sobre nuestros actos tienen las hormonas como la testosterona o la oxitocina y la vasopresina, que, sin ser determinantes, modifican nuestra sensibilidad y desencadenan tendencias preexistentes. En el mismo sentido es muy relevantes el nivel de estrés que soportamos, el cual “… puede alterar la cognición, el control de los impulsos, la regulación emocional, la toma de decisiones, la empatía y la prosocialidad”.

¿Y de dónde vienen las tendencias preexistentes? Nuestra infancia, incluso el tiempo de gestación, es crucial.

“… una infancia llena de adversidades incrementa las posibilidades de que un adulto sufra (a) depresión, ansiedad o consumo de sustancias ilegales; (b) capacidades cognitivas disminuidas…; (c) deficiente control de los impulsos y regulación de las emociones; (d) comportamiento antisocial…; y (e) relaciones que replican las adversidades sufridas durante la infancia.”

Por supuesto, la genética y su interacción con el ambiente.

“Todos los rasgos del comportamiento están afectados en algún grado por la variabilidad genética… y tiene mucho que ver con las diferencias individuales del comportamiento… pero sus efectos son sumamente dependientes del contexto”

La cultura, esa forma en la que hacemos y pensamos las cosas, transmitida por medios no genéticos. Los seres humanos, da igual de qué cultura procedamos, mostramos grandes semejanzas (universales humanos). Pero también hay diferencias que, a su vez, tienen correlaciones biológicas. Es apasionante la forma en que la cultura incide en “la actitud que adoptamos respecto al éxito, la moralidad, la felicidad, el amor, etc”.

Y, por último, la forma en la que evolucionó nuestra especie bajo la premisa de que el objetivo de todo individuo de cualquier especie es reproducirse, transmitir sus genes, ya saben, aquello de que una gallina no es más que el modo en el que un huevo ha aprendido a crear otro huevo. Otro gran capítulo, como son también los dedicados a la dicotomía “Nosotros-Ellos”, los elementos en los que esta dicotomía se asienta, sus efectos negativos y positivos, su influencia en la forma en que se establecen los estatus y las jerarquías, y la posición que adoptamos hacia ellas (una de las partes que más he disfrutado ha sido la relacionada con los factores que inciden en nuestra orientación política).

“Si realmente quiere entender la opinión política de alguien, comprenda su carga cognitiva, lo proclive que es a los juicios precipitados, sus planteamientos para reevaluar y resolver las disonancias cognitivas. Y todavía más importante, comprenda cómo se sienten respecto a lo novedoso, la ambigüedad, la empatía, la higiene, la enfermedad y el malestar, y si las cosas solían ser mejores antes y el futuro es un lugar aterrador.”

Y aún hay más (capítulos sobre la moralidad, la empatía, el ya mencionado sobre el mito del libre albedrío…), pero ya me he extendido demasiado. Solo quiero añadir que, aunque a veces su lectura es compleja (mucha de la información hubiera estado mejor en apéndices y hubiera venido bien un glosario de términos), es muy amena y hasta divertida. El libro está repleto de anécdotas, chascarrillos y curiosas lucubraciones. Un cinco estrellas de la divulgación científica que animo a leer… si su biología y experiencia no les pone trabas a las más de 900 páginas que tienen por delante.
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