Mancho el espejo con el vapor de mi respiración jadeante. El cristal se emborrona, me suaviza los rasgos, los esconde y, de pronto, el vaho se diluye en la superficie del espejo y vuelven a resplandecer mis ojos como dos piedras verdes.
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Mancho el espejo con el vapor de mi respiración jadeante. El cristal se emborrona, me suaviza los rasgos, los esconde y, de pronto, el vaho se diluye en la superficie del espejo y vuelven a resplandecer mis ojos como dos piedras verdes.
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Rasgar con el escalpelo la piel de las palabras, porque ahí dentro está todo. Incluso cuando mienten, o, sobre todo, porque mienten y ocultan.
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¿A quien baila Raquel en la fiesta en la casa de los hidalgo?