El ladrón de mentiras

Hacía mucho tiempo que un libro middle grade no se me hacía tan pesado.

En primer lugar, admito que soy muy especialita en cuanto al tema mentiras. Pocas cosas hay en este mundo que me desgarren más que una mentira. Por eso pensé que, al tratarse de una historia infantil, el tema estaría tratado con sensibilidad e innovación. Spoiler: NO.

Antes de argumentar por qué no me ha gustado el libro, quiero dejar claro que fue escrito hace más de 20 años y se nota. He leído libros más reciente del autor (escritor de «Los futbolísimos» y «Los Protectores») y puedo asegurar que ha evolucionado muchísimo para mejor tanto a nivel de contenido como a nivel formal.

Dicho esto, me ha dado la impresión de que el autor ha volcado toda su frustración y resentimiento en este libro. Ha despachado a gusto y después ha intentado disimular con una moraleja muy mona al final del libro.

Y es que he sentido que el autor me estaba contando su vida actual escondida bajo una metáfora infantil. Porque he visto reflejadas claramente situaciones adultas: la chica que me gusta se va con otro y me asaltan celos (hola, heteropatriarcado, ¿qué tal?), el jefe me mangonea y yo no sé si hacerle la pelota o plantarle cara, etc., maquilladas con los pensamientos y situaciones de un niño de 10 años.

No sé, como que lo he visto muy forzado todo. No me he llegado a creer a ningún personaje. Todos son planos y no he visto ningún conflicto real. de hecho, la trama, que se supone que es que un niño quiere experimentar con las mentiras para ver qué pasa si las dice, pero ha pasado sin pena ni gloria camuflada entre una rutina anodina de personajes cliché.

En cuanto al estilo del autor... Lo he notado muy burdo. Me ha dado la sensación de que no había pasado por una corrección de estilo, porque una cosa es que el protagonista y narrador sean niños y se expresen con estructuras sencillas, y otra cosa es que se descuiden detalles como repeticiones de palabras (que, insisto, no suenan naturales), que no haya ritmo y cada palabra suene igual a la anterior, sin chispa ni emoción (perdón por la rima jajaja).

Ya digo, la moraleja final tiene sentido y da para un buen debate en clase, pero me parece que no está nada bien hilada con el resto de la historia. Historia que no ha conseguido engancharme en ningún momento.

Por contra, me alegra ver cómo han evolucionado la literatura infantil y el autor desde que este libro ganó el Premio Barco de Vapor en los 90. ¡Bendita perspectiva que nos aporta el paso del tiempo!